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David Safier

Maldito karma

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Kim Lange está en el mejor momento de su carrera profesional cuando muere aplastada en un accidente. Pero debido al mal karma acumulado durante su vida se debe reencarnar en una hormiga. Kim no tiene ganas de ir arrastrando migas de pastel cuando antes evitaba los hidratos de carbono. Además, no puede permitir que su marido se consuele con otra. Sólo le queda una salida: acumular buen karma para ascender por la escala de la reencarnación y volver a ser humana. Pero el camino no  será fácil.
Este libro no está disponible por el momento.
226 páginas impresas
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Opiniones

  • Dianiscompartió su opiniónhace 7 años
    👍Me gustó
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    🐼Adorable
    💧Prepárate para llorar

    Excelente libro... me capturó desde el primer instante en que empecé a leerlo y ahora que lo terminó me dejó fascinada...

  • Abbii Magicacompartió su opiniónhace 7 años
    🌴Perfecto para la playa

    Divertido!!! Original

  • Blanca Hernándezcompartió su opiniónhace 7 años
    🌴Perfecto para la playa
    🚀Adictivo
    🐼Adorable

    Bonito. Muy rápido de leer y entretenido

Citas

  • Mace Garciacompartió una citahace 7 años
    —¡Tenemos que ir a buscar comida!
    Aún me dolía todo del tute del día anterior, ¿y ahora tenía que ponerme a cargar cosas otra vez? ¿Consistiría mi vida a partir de entonces en cargarme ositos de goma todos los días a la espalda?
    —¡Buda! —grité.
    Quería reclamar. Aquello no valía. ¡No se puede condenar a nadie a vivir como una hormiga sin un juicio justo!
    —¡Buda! —grité otra vez.
    —Aquí no hay ningún Buda —la voz de Krttx sonó peligrosamente nerviosa.
    Volví a gritar:
    —¡Buda! Si no me sacas ahora mismo de esta porquería, voy a... voy a...
    Me di cuenta de que no disponía de ningún medio de presión.
    En cambio Krttx disponía de uno para mí:
    —Si no te levantas enseguida... —dijo.
    —... me romperás el cuello, me arrancarás las antenas, etcétera, etcétera, etcétera... —concluí, derrotada, y me levanté sacando fuerzas de flaqueza. Sabía que el gordo de Buda no volvería a presentarse.

    Nuestra tropa ascendió cansina por el túnel, hacia la superficie. La pendiente era muy empinada, a veces el desnivel superaba los cuarenta y cinco grados. Ni siquiera los ciclistas profesionales consiguen algo así sin doparse.
    En la entrada del túnel, Krttx nos advirtió de los peligros que nos esperaban fuera.
    —Hay que tener cuidado con las arañas.
    ¿Arañas
  • Vanessa Aguilar D'lluxecompartió una citahace 8 años
    Unión Soviética en 1989. Y
  • Ing Hugo Hernandezcompartió una citahace 8 años
    En el puesto número cuatro de los momentos más miserables del día se situó la visión de mi imagen reflejada en el espejo de los lavabos del aeropuerto. Ese momento no fue miserable porque una vez más comprobara que tenía demasiadas arrugas alrededor de los ojos para ser una mujer de treinta y dos años. Tampoco porque mi pelo de paja se negara rotundamente a colocarse de un modo razonable (para todo eso ya tenía hora con mi estilista Lorelei dos horas antes de la entrega de los premios). Fue un instante malo porque me descubrí preguntándome si le resultaría atractiva a Daniel Kohn.
    Daniel también estaba nominado en la categoría de «Mejor presentador de informativos» y era conocido por ser un hombre moreno y atractivo hasta la obscenidad que, a diferencia de la mayoría de presentadores del país, tenía un encanto natural. Daniel era consciente del efecto que provocaba en las mujeres y le gustaba sacar partido de ello. Y, cada vez que coincidíamos en una fiesta de los medios de comunicación, me miraba profundamente a los ojos y decía: «Si tú me hicieras caso, renunciaría a todas estas mujeres.»
    Naturalmente, esa frase contenía tanta verdad como la afirmación: «En el Polo Sur hay elefantes rosas.»
    Pero una parte de mí deseaba que fuera verdad. Y otra parte de mí soñaba con ganar el Premio TV luego pasearme por la mesa de Daniel con garbo y una risita ligeramente triunfal y, por la noche, practicar sexo salvaje con él en el hotel. Durante horas. Hasta que el director del hotel aporreara la puerta porque un grupo de rock que se alojaba al lado se quejaba del ruido.
    Sin embargo, la mayor parte de mí me odiaba por lo que pensaban las dos primeras partes. Si acababa en la cama con Daniel, seguro que la aventura llegaría a oídos de la prensa, Alex pediría el divorcio y yo, una madre desnaturalizada, le rompería defi

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