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Leonardo Teja

Esta noche, el Gran Terremoto

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Tras un proceso de selección en apariencia sencillo, Diego Pirita comienza a trabajar como recepcionista en un hotel de paso. Las primeras instrucciones que recibe dejan una cosa en claro: sin importar lo que ocurra, una de las habitaciones debe mantenerse siempre desocupada para recibir a un cliente distinguido. Podría llegar en los próximos minutos o podría llegar dentro de muchos años. Lo único seguro es que no avisará.
Leonardo Teja, con humor descabellado, explora una sociedad que ha erigido sus normas, usos y costumbres alrededor de un parteaguas inevitable. En el universo incierto de esta novela, la espera de lo inminente rige por igual la educación de los niños, la vida laboral de los adultos y los programas de televisión. La incongruencia es también una forma de exorcismo para los que han dejado de preguntarse cuándo llegará el Gran Terremoto, para preguntarse, en cambio, qué debemos hacer mientras tanto.
Este libro no está disponible por el momento.
77 páginas impresas
Publicación original
2018
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Opiniones

  • Alicia M. Marescompartió su opiniónhace 3 años
    🙈Ni fu ni fa

    El problema con lo experimental, quirky y tipo nonsense literature es que, como no entiendes nada y todo puede pasar sin antelación o consecuencias, nada tiene sentido y por eso carece de relevancia. Es fascinante el concepto de el Gran Terremoto como ente que ha moldeado una sociedad -los concursos de dibujo, los programas, los retratos hablados, la habitación 16 que siempre le guardan- pero la semblanza del misterio y de un divertido cataclismo se disolvió ante la insensatez.

  • Mauro Cejascompartió su opiniónel año pasado
    👍Me gustó

  • GisEllacompartió su opiniónhace 2 años
    🙈Ni fu ni fa

Citas

  • GisEllacompartió una citahace 2 años
    noté que, dependiendo del ángulo, el rostro de elGran Terremoto se tornaba conocido de una u otra manera, aunque no se supiera exactamente de dónde. Como si te saliera al paso un espejo después de algún tiempo de no asomarte ni en un charco; o como si un buen amigo te dejara husmear en un álbum familiar anterior a su nacimiento, y entonces, sin que fuera necesario conocer a toda esa gente de las fotografías en persona, pudieras encontrar algo de tu amigo en las narices, o en las sonrisas, o en las pestañas, o en la manera de apagar velas del pastel, de despertar en el asiento trasero de un auto, de posar junto a monumentos, de enderezarse justo para ese instante, de asustarse frente a la jaula de los tigres, de lavar sus autos con manguera, de mudarse, o de recibir diplomas, almohadazos, rebanadas de sandías, un pase para gol, el asa de una canasta, las axilas de un gato, de un perro, de un bebé, de un pavo crudo, suéteres vacíos, cuellos de guitarra, orejas de tazas, lomos de almanaques, de novias, de su abuela y de su abuelo, de sus tías y su padre niño, su madre estudiante, novia, convaleciente de una cesárea, justo antes de que la enfermera le entregara a ese amigo tuyo, o de cualquiera, no importa, todo el mundo en el lado principal de un billete, según mi percepción de esa noche
  • GisEllacompartió una citahace 2 años
    al final la imaginaba por entero, viviendo en alguna parte de esta Ciudad, compartiendo drenaje con todos los habitantes, yo incluido, pero desde un punto indeterminado para mí
  • GisEllacompartió una citahace 2 años
    A los amantes nunca se les extraviaba la prisa de los ojos, se tropezaban con ella cuando se iban rumbo al estacionamiento, o al despedirse de lejos y en la vereda, antes de abordar taxis distintos. Jamás desaparecía de su mirada el recuerdo de haber querido instalarse en una habitación un par de horas, e irse sin que nadie les hiciera preguntas que no vinieran al caso.

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