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Emma Reyes

Memoria por correspondencia

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Mediante veintitrés cartas dirigidas a su amigo y confidente Germán Arciniegas, Emma Reyes asumió el arduo ejercicio de narrar los giros y adversidades que vivió durante su infancia. Estos textos, escritos entre 1969 y 1997, articulan magistralmente un relato personal que evoca el contexto del altiplano cundiboyacence en la tercera década del siglo xx. Emma Reyes (Bogotá, Colombia, 1919/Burdeos, Francia, 2003) fue una artista que recorrió el mundo con sus dibujos y pinturas. La mayor parte de su legado se conserva fuera de Colombia. En este país, su nombre es más conocido por el eco de las voces de artistas y humanistas que la conocieron en el extranjero y regresaron maravillados por su talento y su carácter. Estamos en mora de otorgarle el reconocimiento que merece dentro de la historia del arte colombiano.
Este libro no está disponible por el momento.
204 páginas impresas
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Opiniones

  • elviraescandon2008compartió su opiniónhace 8 años

    Muy bueno

  • Daniel Sanchez Laureanocompartió su opiniónel año pasado
    👍Me gustó

    Excelente libro!!!

  • Ana Saenzcompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🚀Adictivo
    🐼Adorable
    💧Prepárate para llorar

    La historia de la infancia de Emma Reyes contada en forma de epístolas, cada carta más sentida.

Citas

  • John Pardocompartió una citahace 5 años
    Helena dijo que ella no me dejaba dormir sola, que una cama bastaba para las dos, que ella tenía miedo de perderme mientras dormía.
  • Nast Huertacompartió una citahace 2 meses
    Las monjas cuando vieron que ya empezaba a estar mejor me traían regalitos, una florecita, una estampita, caramelos, me regalaron hasta una camisa de dormir nueva, pero todas, todas, me decían que yo no tenía que contarle nada, nada a mis compañeras, que si yo contaba cometía pecado y sería castigada.
  • Nast Huertacompartió una citahace 2 meses
    Todos los días tenía que cambiar el agua de los floreros y eso sí no me gustaba nada. Yo no sé si esas flores hacían caca y orines, pero olían horrible y había que lavar también los palos de esas flores.

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