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Jens Andermann

Tierras en trance

  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    El jardín, nos recuerda Martin Jay (2007: 58), fue incluido por Foucault entre las llamadas heterotopías, lugares física o simbólicamente apartados en función de acoger espacialmente momentos y fases de crisis y transición (como los internados y las chozas menstruales), de excluir del continuo espacial lo desviado y ominoso (como los hospitales, las prisiones y también los cementerios) o de superponer en un solo lugar físico temporalidades y espacios desgarrados e incompatibles (como los jardines, los teatros y los museos) (Foucault, 1994: 752-762).
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    Lo que expulsa la naturaleza amurallada y miniaturizada del jardín, entonces, es el horizonte abierto de una natural
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    «Lo que debe contener un jardín bien logrado», concluye Barragán, es «nada menos que el universo entero» (2000: 60)
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    servicio del hombre, y es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo» (Barragán, 2000: 59). Como «lugar de reposo, de placer apacible», el jardín surge de una doble operación de recorte: del entorno natural cuyas proporciones excesivas superan la cognición humana, y también del mundo contemporáneo, de un entorno social que es percibido como agresivo, susceptible a la intrusión de una otredad indefinida que exige compartir el espacio del Yo. «Debemos devolver al hombre, por medio del jardín privado, el tesoro de tener una mayor vida privada»
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    «Jardines»: en el jardín, dice Barragán, «el arquitecto invita a colaborar con el reino vegetal. Un jardín bello es presencia permanente de la naturaleza, pero la naturaleza reducida a proporción humana y puest
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    Más que tomándola (como hacen los textos de Ocampo, de Lins, de Vasconcelos o de Warchavchik) como un hecho irrefutable y previo a la inscripción arquitectónica, habría que interrogar a esa naturaleza por su función ideológica y formal en la composición espacial y por el tipo de vínculo que esta última proponía construir con su entorno a través de esa enunciación de su naturalidad. ¿Cuáles eran, pregunto, las «naturalezas americanas» en las que proponía asentarse la nueva arquitectura? ¿Cómo las enunciaban los edificios y cómo proponían integrarlas como paisajes al espacio habitado
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    zona de contacto entre el espacio construido y un «paisaje nacional» que la arquitectura puede abarcar prospectivamente como zona de expansión futura, precisamente al dejarse atravesar por ella. El jardín marca el paso desde la visión exterior y distante del viajero corbusierano a lo que, con Heidegger, podríamos llamar coligación: como el puente que, al poner en relación la corriente del río, los barrancos y las orillas, «coliga la tierra como paisaje en torno a la corriente» (Heidegger, 1994: 5), el jardín del paisajismo latinoamericano establece en la juntura entre arquitectura y entorno un «paisaje» al mismo tiempo nacional y cosmopolita, simultáneamente moderno y natural
  • Mora Beccar Varelacompartió una citahace 5 meses
    la trama de la arquitectura moderna latinoamericana, el jardín representa así la
  • Emmanuelcompartió una citahace 2 años
    lo estético, en su volverse inespecífico, también dejaría en un sentido radical de ser un distintivo humano para tornarse, en cambio, un modo de entendimiento posible en un mundo postnatural.
  • Emmanuelcompartió una citahace 2 años
    Muchas obras del bioarte, pero también del arte ecológico, comparten la fascinación por la vitalidad de su material, por esos «poderes que emanan de los no-sujetos» que Jane Bennett, en su libro Vibrant Matter, caracteriza como «la capacidad de las cosas –comestibles, mercancías, tormentas, metales– no sólo de impedir u obstaculizar la voluntad y los diseños de los humanos sino también de actuar como quasi-agentes o como fuerzas con trayectorias, propensidades y tendencias propias» (Bennett, 2010: viii). Pero así, la estructura semiótica de muchas obras, su afán por establecer, en palabras de Eduardo Kac (2005: 237), «una relación dialógica entre el artista, la criatura, y quienes entran en contacto con ellos», se tensa entre su interés, de un lado, por entrar en relaciones coagenciales con organismos no humanos a título de participantes activos en la «creación», y del otro, su interpelación de un espectador humano compelido a reflexionar críticamente.
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