Son, todas ellas, historias naturales del antropoceno; narrativas que relatan las tensiones y crisis de las alianzas que son el modo de historicidad transespecie que desencadena el avance del capitalismo de frontera. «Yaguaí», el cuento del fox-terrier asilvestrado a quien su dueño inglés acaba matando «accidentalmente» al confundirlo con un «perro de los peones» (Quiroga, 1996: 111), es tal vez el más acabado de esos relatos de la bio-zona de contacto. Es, como gran parte de la obra misionera del escritor, un cuento del fracaso de la alianza inmunitaria, porque, al prestarle su mascota al peón Fragoso para que lo adiestrara, el inglés Cooper quiso someter al perro precisamente a un proceso de inmunización, exponiéndolo a la vida silvestre de «los perros de los peones» para fortalecerlo. El experimento, sin embargo, sólo tiene un éxito parcial al sufrir el rozado de Fragoso una invasión de ratas a las que sólo Yaguaí (siguiendo el llamado del instinto) ayuda a extirpar, a diferencia de la actitud temerosa de los perros cazadores del monte. Justamente cuando haya conseguido reafirmar su lugar en la alianza inmunitaria, entonces (como «exterminador de plagas»), Yaguaí será, él mismo, «accidentalmente» eliminado por haber sido confundido con una plaga, con los «perros famélicos» (Quiroga, 1996: 111) y ladrones de gallinas. Junto con el desplazamiento casi imperceptible del punto de vista narrativo (de los perros al hombre, pasando por un «plano general» que opera la transición), esa confusión de tipos caninos también confunde «la historia de la especie con la historia del capital», es decir: pone en relación la división entre naturaleza y cultura, entre vidas a cultivar y plagas a extirpar, con la lucha de clases.