La nueva Tonantzin, o, como hubiera dicho Sahagún, “Dios Nantzin”, venerada en el cerro del Tepeyac, tenía para españoles y criollos el nombre más familiar de Guadalupe. El origen y la significación de ese nombre son todavía discutidos; se está de acuerdo, en general, en reconocerle un radical árabe: guad, bastante generalizado en la toponimia peninsular (Guadalquivir, Guadiana, Guadalete, etc.) para designar ríos y arroyos; acerca de este punto hay pocas dudas. En cambio, el sufijo ha sido interpretado durante mucho tiempo como de origen latino: lupum, el lobo, de donde tendríamos “el río de los lobos”; fuera de que resultaría sorprendente la asociación de un radical árabe y de un sufijo latino culto (la evolución popular normal de la lengua castellana dio la forma moderna lobo), una breve investigación filológica (al es el artículo árabe) y una rápida mirada sobre el lugar nos llevan a pensar que guad al upe más bien significa río oculto, es decir, corriente encajonada. En el primer caso, el único que nos interesa por el momento, la Virgen recibió el nombre del santuario donde es venerada en el corazón de una sierra oriental de Extremadura (cerca de Las Villuercas) y que según la tradición fue fundado después de una aparición milagrosa de María. Esta tradición está bien establecida por una serie de relatos de los siglos XIV y XV, debidos a religiosos jerónimos, que tuvieron la guarda del santuario, desde 1389 hasta 1835.