Fabio Morábito

Delante de un prado una vaca

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Este libro es una red tendida en busca de complicidades. Los poetas suelen buscar el rasgo único, excepcional, que sostenga su discurso. Fabio Morábito viene demostrando lo contrario en cada uno de sus títulos: la naturalidad es lo que irradia, y la escritura es la constatación de esa luz cálida. Y sucede el milagro: un poema se incrusta y brilla en el tedio horizontal de nuestros días.
Este libro no está disponible por el momento.
33 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Ediciones Era
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Opiniones

  • Juan Díazcompartió su opiniónhace 2 años
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    🔮Profundo
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    😄Divertido

  • Bonzo Poecompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

  • Orlando Mondragóncompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

Citas

  • Rafael Ramoscompartió una citahace 9 meses
    Mundo en ayunas, ¿a qué sabes?
    Poder hacer una única ingestión que dure de por vida,
    que con un solo almuerzo nos alcance
    y tener toda la vida para digerirlo…
    Tener un grado de asimilación inmenso,
    saber que todo se digiere
    y lo perdido da un rodeo y regresa.
    Por eso escribo: para recobrar
    del fondo todo lo adherido,
    porque es el único rodeo en el que creo,
    porque escribir abre un segundo estómago
    en la especie.
    El verso con su ácido remueve las partículas
    dejadas por el plancton de los días
    y a mí también, como el cetáceo,
    me sale un chorro a veces,
    una palabra vertical que rompe el tedio de los mares
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 9 meses
    COMO DELANTE de un prado una vaca
    que inclina mansamente la cabeza
    y sólo la levanta para contemplar su suerte,
    o una ballena estacionada justo
    en la corriente de una migración de plancton,
    a veces me sorprendo estático
    y hundido, estacionado
    en medio del gran prado del lenguaje.
    Pero no tengo dos estómagos
    y hasta la vaca busca, cata, escoge,
    separa cierta hierba que le gusta,
    no es un edén el prado, es su trabajo,
    y la ballena, cuando come el plancton,
    separa las partículas más gruesas,
    se gana el pan diario, su inmenso pan,
    buscándolo en el fondo de los mares,
    después emerge, expulsa el diablo de su cuerpo
    y vuelve a sumergirse sin saber
    si come el plancton o lo respira.
    No es fácil ser cetáceo ni rumiante
    y yo no tengo doble estómago, y con uno
    hay que escoger, no todo sirve,
    sólo la poesía no desecha,
    ve el mundo antes de comer
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 9 meses
    MIRO EN LA TELEVISIÓN un elefante
    herido, rodeado de leones
    que se lo están comiendo.
    No hay en la tierra un animal
    que pueda darle una muerte buena.
    Corren suerte las gacelas, las cebras y los ñus:
    el cuello quebrado, la asfixia
    y el alivio. El elefante, en cambio,
    es devorado vivo por la horda
    que entre un bocado y otro
    se trepa en él y otea la lejanía.
    Les da lo mismo
    que esa cosa enorme respire aún
    y él, narcotizado por el miedo,
    explica el locutor,
    tal vez no sienta los mordiscos,
    pero no estoy seguro.
    Desmantelado a plena luz,
    no hay nada que lo una a sus verdugos,
    como sí une, entre nosotros, la tortura,
    en que se lee el dolor del torturado
    y se le acosa ahí, donde más sufre.
    Un diálogo bestial, perverso pero humano.
    Aquí la pura extracción de partes,
    el vándalo saqueo,
    la injuria de las vísceras que asoman,
    perder sentido trozo a trozo,
    perder la especie sin perder los ojos,
    que son, conforme el resto es deglutido,
    un ojo más y más ajeno al otro
    y cada uno cada vez más puro,
    casi un oasis de palmeras en el polvo

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