Me quedé merodeando depilada, con bombacha nueva, bañada. Me quedé por si me agarraba de la cintura, por si me metía mano, por si se le daba por tirarme contra la pared o en el sillón como la última vez hace cinco semanas, no tres, si fueran tres estaría mejor y las vacaciones no cuentan. Así fue que nada. Pero nada. Y eso me altera los nervios, me pone los caninos como sevillanas.