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Giacomo Leopardi

Cantos seleccionados

  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    El infinito
    Siempre caro me fue este yermo cerro
    y este seto, que priva a la mirada
    de tanto espacio del último horizonte.
    Mas, sentado y contemplando, interminables
    espacios más allá de aquéllos, y sobrehumanos
    silencios, y una quietud hondísima
    en mi mente imagino. Tanta, que casi
    el corazón se estremece. Y como oigo
    el viento susurrar en la espesura,
    voy comparando ese infinito silencio
    con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno,
    y de las estaciones muertas, y de la presente
    y viva, y de su música. Así que, entre esta
    inmensidad, mi pensamiento anego,
    y naufragar me es dulce en este mar
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    La poesía se convierte, en definitiva, en una forma de conocimiento en la que cooperan con la misma intensidad imaginación e inteligencia, corazón y razón. El poeta in­terpela a la realidad, y en un principio, su sensibilidad le permite «ver», después interioriza su mirada y descubre la esencia de las cosas, dándoles cuerpo a través de la forma. De tal manera que su obra, vital y en continuo dinamismo, le convierte en el poeta «de tous les hommes qui sentent», como le definió Lebreton, poeta del hombre sin consuelo, que se atreve a formular sin reservas las eternas preguntas que no hallan respuesta
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    Los Cantos testimo­nian una larga búsqueda de identidad y ésta es la dimen­sión que determina su modernidad: son un largo recorrido para descubrir todas las formas del dolor entendido como ineludible destino de lo humano, un destino que comparten todos los seres vivos por lo que, en última instancia, será imprescindible trazar vínculos de solidaridad. Por eso la imagen más significativa del poeta es la de aquél que se instala pensativo y solitario frente a la inmensidad del pai­saje, y le interroga y se pregunta en una actitud que define perfectamente la trágica condición del hombre condenado a la soledad y a la duda. Pero esta pregunta en soledad no es únicamente la búsqueda de una respuesta para sí mismo. El poeta, como escribe Fubini, ha hecho suyas las dudas de todos pero, desde sí mismo, desde sus más personales ex­periencias, de tal manera que sus penas, sueños, fracasos, son las emociones de todos, por lo que logra convertimos en testigos de nosotros mismos
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    La naturaleza le ha dado al canto humano (...) un maravilloso poder sobre el alma del hombre, mayor que el del sonido»; para más adelante referirse a la doble dimen­sión de la palabra que, para él, sin duda y en primer lugar, es proyección de estados de ánimo personales e íntimos, pero que, a la vez, es instrumento para comunicarse con los demás. Es decir la palabra, proyectando una experien­cia privada, permite la ratificación de uno mismo, pero también es capaz de mitigar el dolor subjetivo compar­tiéndolo con los demás, porque todos los hombres tienen un mismo destino
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    Este ensamblaje de forma y contenido determina la vi­bración lírica de los Cantos, que representan, tanto en su tiempo como en el nuestro, una experiencia lírica irrepeti­ble por la esencialidad y la autenticidad con la que se transmiten los más profundos sentimientos, las emociones más íntimas, mientras plantean las dudas existenciales bá­sicas, interrogándose sobre el dolor cósmico, el amor, el recuerdo, el deseo y el defraudamiento, la felicidad y el te­dio, la soledad y la muerte
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    una meditación so­bre el infinito que comporta un no sé qué de naufragio, y provoca una inagotable melancolía, o la tregua después de la tormenta, o la irresistible fascinación por el amor o por la muerte que seduce y arrastra... todo revelación de los contornos de la interioridad
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    El hombre es infeliz porque la fractura entre la realidad y el deseo es inmensa. Y desde un pesi­mismo histórico que nacía del conocimiento amargo de los males de su época, se aboca a una visión radicalmente negativa de la vida. Sólo le queda, entonces, no dejarse atrapar por los engaños que han seducido a los hombres de todos los tiempos y denunciar la verdad
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    anhela ser amado sin reservas. «Ámame, por Dios. Necesito amor, amor, amor, fuego, entusiasmo, vida...» le suplica a Carlo, su hermano, en una carta[2] escrita el 25 de noviembre de 1822. Este es el signo de su vida, una actitud frente al mundo de rechazo y, a la vez, de anhelo, que si, por un lado, le carga de dolor, por otro, le impide abandonar la lucha que supo­ne vivir. Una experiencia vital, sin ninguna duda, agónica que, a la vez, le incita a evadirse o le sumerge en la aven­tura de la creación que para él representa la única forma de lograr su identidad
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    INTRODUCCIÓN

    El dolorido sentir (y pensar) de Giacomo Leopardi

    «M’illumino
    d’immenso».
    Giuseppe Ungaretti.
    La poesía leopardiana pertenece a mi espacio interior, porque Leopardi forma parte esencial de mi educación sentimental, de mi formación intelectual: la mía y la de aquellos a quienes nos enseñaron a entablar un dialogo con la lírica del recanatense en el que aprendimos a inte­rrogarnos sobre los porqués fundamentales: por lo efímero de las ilusiones y por la fragilidad del mundo. Nos enseñó a meditar sobre el infinito, aprendimos a que la negación de la esperanza no debilita sino intensifica el deseo, y qui­zás, sobre todo, a que volviendo la mirada hacia uno mismo se revela el más importante de los paisajes, el de la interioridad. Y nos predispuso a la melancolía. Claro que quiero creer que se trata de esa melancolía con la que Thomas Mann dota a su personaje Hans Castorp, el protagonista de La montaña mágica, capacitándole para comprometerse con la vida
  • alejandro carmonacompartió una citahace 4 años
    Y desde que te vi por vez primera,
    ¿no fuiste acaso el objeto último
    de mi cuidado?
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