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Libros
Edith Wharton

La solterona

En 1850 la alta burguesía neoyorquina disfruta de una desentendida prosperidad. Delia, “reina” del endogámico clan de los Ralston, ultima los detalles de su vestuario para brillar en el acontecimiento social del año: el enlace de su prima Charlotte Lovell con Joe Ralston, que además sellará una alianza entre las dos familias hegemónicas de Nueva York. Cuando nada parece poder desbaratar tan idílico porvenir, una desquiciada Charlotte irrumpe en casa de Delia para desvelarle un secreto que alterará para siempre la placidez de sus vidas y que, de saberse, tumbaría los códigos éticos de los que ambas se han venido nutriendo. Los destinos de Charlotte y Delia quedan trágicamente atados bajo la inviolabilidad del secreto que comparten, consolidándose entre ambas una tormentosa relación en la que convergerán los celos, la compasión, el amor filial y la suspicacia.

Edith Wharton firma una nouvelle magistral, que explota la que fuera una de sus obsesiones recurrentes: las opciones de la mujer de su tiempo y estatus en la tramoya social que la coarta.
111 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2013
Año de publicación
2013
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Opiniones

  • Zulma Ríoscompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
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    🚀Adictivo

    Es una excelente crítica a la sociedad neoyorquina de aquellos años.

  • Nataliacompartió su opiniónhace 2 años
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    🚀Adictivo

  • shayocompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    💧Prepárate para llorar

Citas

  • zafiroboliviacompartió una citaanteayer
    —Querida, solo una cosa más.
    —¿Sí? —murmuró Tina adormilada.
    —Quiero que me prometas…
    —Lo que quieras, lo que quieras, mamá querida.
    —Bien, pues que al despedirte mañana, justo en el último momento, ya sabes…
    —¿Sí?
    —Tras haberte despedido de mí y de todo el mundo, justo cuando Lanning te esté ayudando a subir al carruaje…
    —¿Sí?
    —Que le des tu último beso a tía Charlotte. No lo olvides, el último de todos.
  • zafiroboliviacompartió una citaanteayer
    Sin embargo, como ya aprendiera en cierta ocasión, uno podía hacer lo que se propusiera (tal vez incluso matar) siempre que no tratase de dar explicaciones, y ésta era una lección que no había olvidado.
  • zafiroboliviacompartió una citaanteayer
    —Tal vez si no lo hubiese sido antes… Quiero decir que al final habría resultado mejor para Tina si yo siempre hubiese sido una Ralston prudente y precavida.
    El doctor Lanskell desplomó en el sillón de su escritorio su corpachón aquejado de gota, y la miró con sorna a través de sus gafas:
    —Odio las expresiones del tipo habría-sido-mejor-que. Resultan tan nutritivas como comer fiambre de cordero tres días seguidos.

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