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Libros
Iván Turguenev

PADRES E HIJOS

«No es solo la mejor novela de Turguénev, sino una de las obras más brillantes del siglo XIX.» Vladímir V. Nabókov

De una novela titulada Padres e hijos puede esperarse, por supuesto, un conflicto generacional, entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que está a punto de desaparecer y lo que está a punto de venir… y más en la Rusia que ve acercarse inevitablemente −con la liberación de los siervos− el fin de una época. Lo que quizá no sea tan esperable es que, en este conflicto, quienes tengan el poder, quienes impongan, a veces tiránicamente, sus condiciones, sean los hijos… frente a unos padres cansados pero amantísimos, deseosos de pasar el relevo con una entrega que roza el servilismo. Turguénev coloca justo en el centro de este mundo frágil a uno de los héroes clave de la literatura rusa y universal, el estudiante de medicina Bazárov –un «hipster nihilista», según el joven novelista norteamericano Gary Shteyngart−, que, no siendo todavía médico, ya descree de la medicina: es más, si no cree en sus padres, aún cree menos en su propia generación. Dotado de una energía prodigiosa para el sarcasmo, la negación y la paradoja, y de un carisma que seduce a la vez que aleja a todo el mundo, este personaje descomunal pone a prueba de una patada el sistema estamental, el orden caballeresco, el ideario filosófico y la red de afectos en que se sustenta la sociedad de su tiempo… e incluso desafía, en sí mismo, cómo no, al amor…

Padres e hijos (1862) fue la obra más polémica de su autor. Le ganó enemigos en el bando de sus amigos y amigos en el de sus enemigos. Por su complejidad no es difícil adivinar por qué.
263 páginas impresas
Publicación original
2015
Año de publicación
2015
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Citas

  • Fernando Alegríacompartió una citahace 5 años
    De todos modos, te diré que un hombre que apuesta toda su vida a la carta del amor de una mujer, y que, al perder esta carta, se hunde y degrada hasta convertirse en una nulidad, no es un hombre, no es un macho.
  • Fernando Alegríacompartió una citahace 5 años
    –Es nihilista –repitió Arkadi.

    –Nihilista –profirió Nikolái Petróvich–. Viene del latín, nihil; es decir, «nada», por cuanto puedo juzgar. Por lo tanto, esta palabra define a una persona que... que ¿no reconoce nada?

    –Mejor di: que no respeta nada –se apresuró a decir Pável Petróvich y volvió a untar la mantequilla.

    –Que todo lo valora desde un punto de vista crítico –precisó Arkadi.

    –Y ¿no es eso lo mismo? –preguntó Pável Petróvich.

    –No, no lo es. Un nihilista es una persona que no se doblega ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como un dogma de fe, por mucho respeto que este principio infunda a su alrededor.

    –Y ¿acaso eso está bien? –le interrumpió Pável Petróvich.

    –Según para quién, tío. Para unos está bien, y para otros muy mal.

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