Una mañana, debajo de otra gran piedra, próxima a la primera, encontró una serie de nuevos objetos, uno de los cuales era de por sí una pequeña fortuna. Este era una Virgen de oro, de unos 30 centímetros de alto, de factura antigua y que pesaba unos 10 o 12 kilogramos. Después se supo que era de oro de 14 quilates.[3] Los demás objetos eran: dos navajas españolas, mohosas, de las que se llaman corvos, una estrella de plomo de seis puntas, con caracteres como los de la plancha de cobre, en cada ángulo, y una S más grande en el centro, una moneda o medalla de oro del tiempo de Pericles (400 a. de C.), un idolito de oro y una pieza de cobre en forma triangular con una especie de anillo en el ápice, como para colgarla. A esta última pieza, el traductor de Buenos Aires le puso el nombre de A de Carlomagno