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Libros
Enriqueta Ochoa

Poesía reunida

  • Yeni Rueda Lópezcompartió una citahace 2 años
    Qué horrible es llegar tarde!,
    a todo sitio, tarde.
    No sé si estoy despierta,
  • Leslie Ramírezcompartió una citahace 5 días
    Soy la furia salvaje de una criatura
    abandonada en el monte,
    sin conocer más padre que el sol que ha requemado mi epidermis
    ni más madre que ese lamento gris de tierra
    que indefinidamente me derrumba y me levanta.
  • Angélica Ortegacompartió una citahace 21 días
    y mirar a las rondas elocuentes
    de su sangre danzando en los jardines
    del verdor caliente de sus venas.
    Por sentir que su piel hecha paredes
    de una estancia caliente
    sude jugos vitales como lluvia
    y le anegue el estanque de los siglos
    que refleje en mil gritos resurrectos
    la eléctrica cosquilla de ese nervio
    que ciñe la cintura de sus muertos.
  • Angélica Ortegacompartió una citahace 21 días
    Es penoso este riesgo en el oficio
    de sorprender guaridas de narcisos,
    porque en todo refluyen anchos ríos
    donde la imagen se contempla y arde
    y se encuentra al final siempre lo mismo:
    el venirse a buscar entre las sombras,
    adentrarse en la forma,
  • Angélica Ortegacompartió una citahace 21 días
    Y así todos,
    ineludiblemente todos,
    somos labios nutriéndose en su forma;
    lo que late y se espiga es percibido
    si respira a través de nuestros poros,
    y las danzas del mundo son de fiesta
    si la escena se cumple en propios foros.
  • Angélica Ortegacompartió una citael mes pasado
    Surjo en nudo fluvial que rompe en ríos,
    en temblorosos ríos imprevistos
    que besan lechos, crespaduras, valles…
    todo el relieve abrupto de mi pecho.
    Después,
    como todo: se colman, desembocan,
    y se incorporan con un golpe al mar.
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    Gracias a Dios, mi hermano triunfó, se casó, tuvo siete hijos, pero su carácter, a pesar de ponerse por propio deseo en manos de buenos especialistas, se agriaba cada vez más, hasta que terminó viviendo solo, luego de haber dado estudios profesionales a sus hijos.
    Con frecuencia, él me preguntaba cómo le había hecho yo para lograr salirme con mi sueño de ser poeta, y yo le explicaba que le robaba muchas horas al sueño y que siempre me propuse esperar. Sergio habría sido un gran médico, amaba sus enormes libros de medicina que leía en toda oportunidad. Sus gustos por la música, la pintura, la historia, la novela; su ropa y la de mi cuñada, eran exquisitos. Sin embargo, fue cayendo poco a poco en el abandono; se acabó el tiempo en que se hacían los relojes con fornituras y aparecieron los relojes de pilas. Al poco tiempo mi hermano murió, a veces pienso que de una profunda tristeza.
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    Mi hermano Sergio fue un niño hermoso y muy amado por mis padres. Fue el mayor de los hermanos; su inteligencia era sorprendente, pero somos precisamente los padres los que más destruimos lo que amamos. Era una criatura de seis años cuando mi padre lo llevó, después de su trabajo, a ver la película Frankenstein. De regreso a casa, el niño vio su imagen reflejada en unos cristales grandísimos que se encontraban recargados en el comedor; seguramente pensó: “Aquí está Frankenstein”, porque cayó sin sentido, golpeándose fuertemente la cabeza. Desde entonces, a pesar de las visitas médicas, el niño se aterrorizaba fácilmente y siempre estaba triste. Así llegó a la adolescencia, en la que menudeaban unos ataques que, pienso, tenían que ver con la epilepsia. Nosotros vivíamos en un pueblo pequeño con médicos generales a quienes jamás se les ocurrió sugerir a mis padres que lo llevaran con un neurólogo a Monterrey; su estado general se volvía más delicado ya que pasaba de sus mejores ideales a la mano firme de mi padre.
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    Era una de esas tardes en que los huertos son todo aroma; tardes en que nos envolvía un vapor húmedo y ese gran olor penetrante de la tierra que avasallaba los sentidos. El abuelo, el que, caída la noche, abría una tienda de campaña para, desde ahí, contemplar los astros, localizando constelaciones.
    Después de aquella terrible impresión, la mujer adquirió diabetes y sufrió con el tiempo los estragos de esta enfermedad.
    El abuelo borró su cuerpo del paisaje familiar. Sólo la imagen en la memoria perduró para siempre
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 2 meses
    Desde temprano, empezaron los preparativos para el baile. Los jóvenes partieron, cantando, en las carretas rumbo al rancho de “Los colorados” para traer la música.
    La tarde cerró sus puertas y nos vació la noche encima
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