—Judith, yo no comprendía el amor —le susurró, tomando su mano y besando su palma—. Cuando me enamoré de Helena, creí que todo terminaba al conseguir su amor, que eso era todo lo que podía desear. Ahora comprendo lo equivocado que estaba. El verdadero amor es siempre un nuevo comienzo. Y yo quiero comenzar siempre contigo, una y otra vez, porque pienso amarte cada segundo de mi existencia. —Se arrodilló frente a ella, con su mano entre las suyas—. Señorita Judith Langdon, ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?
—Si viviera mil vidas, creo que mi alma te buscaría en cada una de ellas, Robert —le aseguró, con la voz cargada de emoción. Se arrodilló frente a él y acarició su rostro. Su sonrisa habría apagado el brillo de las estrellas—. Te amo, y no dejaré de amarte mientras quede una brizna de aliento en mi vida.