por ejemplo, que un directivo dice a uno de sus colaboradores: «Señor García, le he mandado llamar porque la situación de su departamento no va como debiera. Los objetivos que nos hemos propuesto todavía no se han alcanzado».
El apelado puede reaccionar ante estas palabras con desilusión, frustración y, quizá, con rencor por la falta de reconocimiento de lo que ha conseguido, al margen de que luego pudiera conseguirse más.