Cuando los documentos refieren a regímenes totalitarios o dictatoriales, en los que la arbitrariedad y la clandestinidad son la norma del accionar estatal, el tema del resguardo de los rastros y la organización de archivos merece especial atención. Los regímenes dictatoriales siempre actuaron –y actúan– desde la arbitrariedad del poder y mediante acciones de carácter ilegal y clandestino. Es de esperar, entonces, que en muchos casos no hayan dejado registro escrito o documental. Sin embargo, se trató de regímenes con cadenas de mando, con organización burocrático-militar, con instituciones policiales y de inteligencia, cuyas prácticas burocráticas implican llevar registros, redactar informes, organizar prontuarios y archivos. Mantener y alimentar esos registros, acumularlos y ordenarlos, es parte de las tareas habituales de los regímenes autoritarios. Los informes de inteligencia, junto con las “confesiones” de detenidos extraídas bajo tortura y los documentos secuestrados en el momento de la detención, se combinan en frondosos prontuarios individuales y de grupos de oposición.