bookmate game
Han Kang

La clase de griego

Avisarme cuando se agregue el libro
Para leer este libro carga un archivo EPUB o FB2 en Bookmate. ¿Cómo puedo cargar un libro?
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    No deseando volver a la superficie,

    rodeé tu cuello con mis brazos,

    busqué tu hombro y lo besé.

    Para que no siguiera con mis caricias,

    me cogiste la cara y emitiste un breve sonido.

    Lo oí por primera vez.

    Un sonido leve y redondo como una burbuja.

    Yo contuve la respiración.

    Tú seguías respirando.

    Te oía respirar.

    Entonces comenzamos a subir lentamente.

    Primero tocamos la brillante superficie del mar,

    luego fuimos arrastrados con ímpetu a tierra firme.

    Tuve miedo.

    No tuve miedo.

    Tuve ganas de llorar.

    No quise llorar.

    Antes de separarte por completo de mi cuerpo,

    me diste un lento beso en la boca,

    en la frente,

    en las cejas,

    en ambos párpados.

    Fue como si me besara el tiempo.

    Cada vez que se encontraban nuestros labios, la oscuridad se hacía más densa.

    La quietud se acumulaba como la nieve que borra para siempre todas las huellas

    y nos iba cubriendo en silencio las rodillas, la cintura, y por fin la cara.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Estabas anhelante.

    Daba miedo la quietud.

    Estaba oscuro,

    como la oscuridad más profunda de la noche,

    como las profundidades abisales donde la presión aplasta a los seres vivos.

    De pronto tu dedo índice empezó a escribir algo en mi hombro desnudo.

    Bosque, eso fue lo que escribiste.

    Me quedé esperando la siguiente palabra.

    Cuando supe que no habría otra, abrí los ojos en la oscuridad

    y vi la borrosa mancha de tu cuerpo blanquecino en la negrura.

    Entonces estábamos muy cerca.

    Tan cerca que nos abrazábamos.

    Seguía cayendo la lluvia.

    Algo se despertó en nosotros.

    Allí donde no había luz ni voces,

    entre astillas de corales que no habían soportado la presión,

    nuestros cuerpos trataban de subir a flote.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Nos quedamos tumbados uno junto al otro en los bosques del fondo del mar.

    En un lugar donde no había luz ni sonidos.

    No podía verte.

    Yo tampoco podía verme.

    Tú no hiciste ruido alguno.

    Yo tampoco hice ningún ruido.

    Nos quedamos allí tumbados

    hasta que por fin pronunciaste algo,

    hasta que se escapó

    una burbuja redonda y leve

    de tus labios.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Con los ojos cerrados, él busca a tientas la parte más suave de su rostro. Acerca la mejilla a los fríos labios de ella. Bajo sus párpados, arde la fotografía del sol que vio en la habitación de Joachim hace mucho tiempo. Sobre la gigantesca esfera en llamas se mueven oscuras manchas, manchas solares que explotan y se desplazan sobre la superficie alcanzando miles de grados de temperatura. Si quisiera verlas de cerca, sus iris se quemarían por muy gruesa que fuera el negativo de película con que se protegiera.

    Sin abrir los ojos, él le besa las cejas, el cabello húmedo cerca de la oreja. Como un eco respondiendo en la lejanía, ella le roza la ceja con las yemas de los dedos de su mano fría; luego resigue el contorno de su oreja y la cicatriz desde el borde del ojo hasta la comisura de la boca. En silencio, a lo lejos, explotan las manchas solares. Sus corazones y sus labios se superponen para siempre, uno sobre el otro.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Sus corazones laten juntos, pero él no sabe nada de ella. No sabe que cuando era pequeña se quedó contemplando las penumbras del patio preguntándose si estaba bien que existiera en este mundo; no sabe que las palabras se le clavaban como una coraza de alfileres sobre el cuerpo desnudo; no sabe que en las pupilas de ella se reflejan los ojos de él, y que en estos se reflejan de nuevo las pupilas de ella, y así sucesivamente hasta el infinito; no sabe que eso la aterra, y que por eso aprieta con fuerza los labios, congestionados de sangre por la presión.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Él no sabe que las gotas de lluvia han caído con estruendo sobre el paraguas mientras ella ha permanecido muda; que se le han empapado los pies descalzos dentro de las zapatillas deportivas; que el niño le ha espetado: «Mamá, te tengo dicho que no vengas sin avisar, que no me gusta que nos despidamos en la calle»; que cuando ella le ha querido coger la mano para abrazarlo, el niño se ha escurrido como un pececillo, dejándole solo el roce de sus aletas suaves. Tampoco sabe nada de las gotas de lluvia que se clavaban en los charcos negros como largas y punzantes agujas.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Algunas noches me acordaba de tu atemorizante silencio, pero el tuyo era totalmente diferente del de ella, que era como un inmenso cúmulo de luz ondulante. Tu silencio era como el de alguien que da golpes bajo la capa de hielo queriendo salir; como una nevada cubriendo un cuerpo lleno de heridas sangrantes. Por momentos tenía miedo de que tu silencio se convirtiera en muerte, que te murieras de verdad, que te quedaras realmente rígida y fría.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Seguramente no te habrás dado cuenta, pero a veces me imaginaba que tenía una larga charla contigo. Que yo te hablaba y tú me escuchabas; que tú me hablabas y yo te escuchaba. Cuando estábamos los dos solos en el aula vacía esperando a que empezara la clase, a veces me parecía que realmente estábamos manteniendo una conversación.

    Entonces levantaba la vista y te veía allí sentada como un despojo, como un objeto mudo salvado de un naufragio, como alguien roto por la mitad o incluso en pedazos más pequeños. En esos momentos me dabas un poco de miedo. Pero al mismo tiempo tenía la sensación de que si me aproximaba a ti y me sentaba cerca, tú también te levantarías y te acercarías a mí.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    Su piel recuerda antes que él los tibios trazos que recorrieron su palma haciéndole cosquillas.

    Esa mano ligeramente dubitativa y temblorosa; ese dedo con la uña cortada al ras que no le hizo ningún daño; las sílabas que se fueron formando despacio; ese punto final como una chincheta sin clavo; esa frase que se fue dilucidando poco a poco.
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 5 días
    —Cuando escribo una oración con la tiza blanca sobre la pizarra oscura, me siento aterrado. Aunque yo mismo la acabo de escribir, sé que si me aparto diez centímetros no podré verla. Me aterra leer en voz alta algo que he memorizado. Me aterran todos los sonidos que mi lengua, mis dientes y mi garganta articulan con tanta tranquilidad. Me aterra el silencio del espacio por el que se expande mi voz. Me aterra no poder enmendar las palabras una vez pronunciadas, que esas palabras sepan mucho más de lo que yo sé.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)