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Alfonso Reyes

Religión griega

El trasfondo de la cultura griega —la religión—, de donde derivaban la actitud ante la vida y la conducta de los ciudadanos, es el tema de esta obra. Contrariamente a lo que caracteriza a una religión establecida, obediente a normas escritas y a determinaciones impuestas por quienes se encuentran a cargo, Grecia dio siempre mayor importancia a las tradiciones orales que, época tras época, se reanimaban y enriquecían con leyendas cuyas distintas versiones eran a menudo contradictorias. De hecho, no existe literatura especializada que precise los dogmas, sino que la costumbre, por encima de la letra escrita, llevó a su plenitud cabal el vigor de la religión. Alfonso Reyes hace aquí un recuento del camino que siguió la religión a través de la historia desde los iniciales ritos agrarios y los sacramentos públicos hasta los rituales que le dieron valor como creencia compartida. En un principio, el misticismo egeo se relaciona con los brotes espirituales venido de otras religiones y luego da paso a tendencias fundadas en la idea del Olimpo que otorgaba configuración humana a dioses mayores y menores. De este entrecruzamiento surge la nueva religión. «De la magia directa —dice Reyes—, que esclaviza el fenómeno natural en manos del jefe metafísico, se asciende a la postura menos activa y ya más bien consultiva de la adivinación. Se llega después a la imploración y a la plegaria. Se alcanza por último la cima desinteresada de la pura contemplación.»
421 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2019
Año de publicación
2019
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Citas

  • Talia Garzacompartió una citahace 5 meses
    No fue dable resolver los simples en una sola masa homogénea. Las ciudades se contentaban con abrigar el ideal de armonía dentro de sus muros. Y éste es el sentido de la veneración de los muros, patente en filósofos y poetas.
  • Talia Garzacompartió una citahace 5 meses
    estoicos llamarán Cosmópolis a su fraternidad de los hombres.
  • Talia Garzacompartió una citahace 2 años
    no todos los cultos se celebraban en todas partes; 2) los griegos no practicaban el descanso dominical, no contaban con nuestros 52 domingos; 3) si a estos 52 domingos sumamos nuestras fiestas cívicas, fácilmente llegamos a la cifra de 70 días por año; 4) en Atenas, donde los actos del culto eran más abundantes, ocupaban más o menos 70 días.

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