El Caribe era, en realidad, una red autónoma de producción y consumo que servía de apoyo a las flotas metropolitanas que, a medida que fueron creciendo los centros de población, comenzó a producir y suministrar a Europa: cacao, azúcar, tabaco, añil, algodón y cueros. Estos productos, cada vez más cotizados, llegaban a través de la flota del Caribe a los puntos terminales de las flotas y entraban así en los circuitos internacionales.