Tanto en lo referente a los místicos, que ofrecían sus cuerpos a Dios, como entre los flagelantes, que imitaban la pasión de Cristo, o incluso cuando se estudia la peripecia vital, sangrienta y heroica, de Gilles de Rais –y sin duda en muchas otras historias–, encontramos, con diferentes rostros, la alternancia de sublime y abyecto que caracteriza nuestro lado oscuro en su aspecto más herético, pero también más luminoso: una servidumbre voluntaria concebida como la expresión de la suprema libertad.