Libros
José Lezama Lima

La cantidad hechizada

La impronta literaria de José Lezama Lima graba su carácter peculiar en el ámbito de la cultura cubana y, a su vez, lo hace descollar por entre las altas cimas de las letras latinoamericanas. Su prosa ensayística, de opulenta naturaleza poética, engendra piezas magistrales como Analecta del reloj (1953), La expresión americana (1957), Tratados en La Habana (1958) y La cantidad hechizada (1970). Lezama en este último título, que la Editorial Letras Cubanas publica en su centenario, deja establecidos los fundamentos de su sistema poético del mundo e invita, a sus lectores, a sumirse en los dominios de la imagen y la metáfora. Sobre el frondoso tapiz discursivo de La cantidad hechizada, teje un impresionante universo categorial y estilístico, espacio fértil para la concurrencia de ensayos fundacionales: “Preludio a las eras imaginarias”, «A partir de la poesía”, «La imagen histórica”, «Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX)" y “Confluencias”, por solo citar algunos. Estamos seguros que Lezama, paseante inmóvil y preterido por largo tiempo en su sillón de Trocadero 162, con esta propuesta, generatriz de posibilidades infinitas, hará realidad una de sus frases más reveladoras: Lo que pretendo es un hechizamiento, una dilatación de la imagen hasta la línea del horizonte.
526 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2017
Año de publicación
2017
Editorial
RUTH
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Citas

    Ximena Pradocompartió una citahace 3 años
    Cuando el pueblo está habitado por una imagen viviente, el estado alcanza su figura. El hombre que muere en la imagen, gana la sobreabundancia de la resurrección.
    Ximena Pradocompartió una citahace 3 años
    lo imposible al actuar sobre lo posible engendra un potens, que es lo posible en la infinidad.
    Ximena Pradocompartió una citahace 3 años
    No basta que la imagen actúe sobre lo temporal histórico, para que se engendre una era imaginaria, es decir, para que el reino poético se instaure. Ni es tan solo que la causalidad metafórica llegue a hacerse viviente, por personas donde la fabulación unió lo real con lo invisible, como los reyes pastores o sagrados, el Monarca como encarnación viviente del Uno (que en la cultura china arcaica es el agua, el Norte y el color negro), o un Julio César, un Eduardo el Confesor, un San Luis, o un Alfonso X el Sabio, sino que esas eras imaginarias tienen que surgir en grandes fondos temporales, ya milenios, ya situaciones excepcionales, que se hacen arquetípicas, que se congelan, donde la imagen las puede apresar al repetirse. En los milenios, exigidos por una cultura, donde la imagen actúa sobre determinadas circunstancias excepcionales, al convertirse el hecho en una viviente causalidad metafórica, es donde se sitúan esas eras imaginarias. La historia de la poesía no puede ser otra cosa que el estudio y expresión de las eras imaginarias.
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