Libros
Pascal Quignard

Solidaridades Misteriosas

En Bretaña, una mujer de cuarenta y siete años rencuentra por casualidad a la profesora de piano de su infancia, quien le propone irse a vivir con ella. Poco a poco se reinstala en la ciudad en la que había vivido años antes, rencuentra su primer amor y establece una profunda relación con su hermano menor.De repente, un día, su hija, a la que no había visto desde hace veinte años, regresa para estar con ella. De forma polifónica, todos los personajes que se relacionan con ella evocan a esta mujer cuya historia y destino se convierte en cada vez más sorprendente, a medidaque se desvelan los secretos de familia, los celos y la violencia oculta que anidan en los protagonistas de esta novela profundamente inquietante y de una belleza sobria y envolvente que rastrea sin fin el enigma que constituye el hecho de estar en el mundo.
160 páginas impresas
Publicación original
2012
Año de publicación
2012
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Citas

  • juancrossettecompartió una citahace 4 años
    Caminar hace pensar. Cada paso argumenta. Cada rodilla que se alza, que empuja la sotana, que abre el aire, lleva una pregunta que se plantea, también ella, en el interior de la cabeza. Caminar traza algo en el lugar, abre algo en el tiempo
  • Mónica Díaz Garcíacompartió una citaanteayer
    Mi cerebro meditaba con soltura, de forma flexible, sorprendente, rápida. Seguía teniendo miedo, pero ya no tenía miedo al miedo, incluso podía apoyarme en él, incluso podía contemplar el mundo tal como es, podía gustarme el frío, podía gustarme salir cuando está lloviendo a mares, podían gustarme las nubes bajas, podía gustarme el abandono, podía gustar de la soledad, apreciar el insomnio, amar la noche, adorar caminar por la noche sin meta. ¡Qué ribera más extraordinaria es el mundo cuando de repente se ha hecho inmenso, intrusivo, incomprensible, y completamente indiferente!
  • Mónica Díaz Garcíacompartió una citaanteayer
    A ti, Claire, ¿te gusta estar sola?

    Claire está de pie, altísima, cada vez más bronceada, cada vez más rubia, por encima de la señora Ladon, minúscula, achaparrada, pálida, en su sillón tapizado de color naranja.

    Reflexiona.

    –Tómate tu tiempo, pequeña.

    –La verdad es que no lo sé, señora Ladon.

    –Entonces olvídate de mi estúpida pregunta.

    Claire se acerca a la puerta vidriera abierta.

    –Lo que sé es que he detestado ser huérfana y a la vez he detestado la vida en común. No soportaba vivir a las órdenes de mi marido y las exigencias de mis dos hijas. Pero, dicho esto, la verdad es que no sé si me gusta vivir sola. Creo que me fuerzo a creer que me gusta vivir sola.

En las estanterías

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