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Libros
Thomas Bernhard

El sobrino de Wittgenstein

Thomas Bernhard, durante una estancia en un sanatorio, profundizó su amistad con Paul Wittgenstein, hombre original, pintoresco y patético, un verdadero personaje de novela. En cuanto a su tío Ludwig, el mítico filósofo en cuya vida o leyenda se inspiraba Corrección, sólo aparece aquí como en hueco, como una ausencia muy marcada. Se ha dicho que mientras Ludwig llevó su filosofía al papel y no su locura, Paul era un loco porque reprimió su filosofía y no la publicó, exhibiendo sólo su locura. Un libro con fuerte acento «autobiográfico» en el que el autor nos confía una vez más, y cada vez mejor, cosas triviales y profundas, y divertidas hasta saltarse las lágrimas, sobre la vida, el arte, los premios literarios, los cafés vieneses, la vida en el campo, las carreras de automóviles, la enfermedad y la muerte, en uno de esos soliloquios alucinados, repetitivos y despiadados de los que posee el secreto. En esta furiosa revelación que se inflige y nos inflige, ese terrible narrador, decididamente incómodo, nos habla también por primera vez de la amistad. Lo hace admirablemente y, por utilizar una de sus expresiones, sin el menor miramiento, y eso hace mucho daño.
120 páginas impresas
Publicación original
2006
Año de publicación
2006
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Opiniones

  • Pablocompartió su opiniónhace 2 años
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Citas

  • Fátima Albacompartió una citahace 2 años
    Los enfermos de larga duración, como yo y como Immervoll, se han acostumbrado desde hace tiempo al papel que les corresponde, el papel de un ser insignificante y considerado, y que no llama la atención, porque sólo ese papel hace soportable a la larga el estar enfermo; la rebeldía, la impertinencia y la obstinación con el tiempo debilitan el organismo de una forma realmente letal, y un enfermo de larga duración, por lo tanto, no puede permitírselas.
  • Fátima Albacompartió una citahace 2 años
    Morían en el pabellón Hermann sin que nadie se percatara, sin gritos, sin llamadas de auxilio, la mayoría de las veces totalmente en silencio. Muy de mañana su cama vacía estaba en el pasillo, y se cambiaban las sábanas para el siguiente. Las hermanas sonreían cuando pasábamos a su lado, no les molestaba que lo supiéramos
  • Fátima Albacompartió una citahace 2 años
    A veces pensaba: ¿por qué quiero yo prolongar el camino que tengo que recorrer, por qué no me resigno yo a ese camino, exactamente igual que los demás? ¿De qué sirven esos esfuerzos al despertarme para no morir, de qué sirven? Naturalmente, todavía hoy me pregunto a menudo si no hubiera sido mejor ceder, porque entonces, sin duda, hubiera recorrido en el plazo más breve mi camino, y me hubiera muerto en pocas semanas, de eso estoy completamente seguro. Pero no me morí y seguí viviendo y vivo todavía hoy.

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