Libros
Javier Montes

Luz del Fuego

«Soy como un cuerpo líquido: tomo cualquier forma. Muera la realidad. Quiero la fantasía y puedo comprarla.»
¿Quién fue Luz del Fuego? ¿Quién fue la mujer que desafió así al mundo
y en 1952, en pleno Gran Baile de Gala del Carnaval de Río, sacó dos pistolones y al grito de «¡No soy la novia de Brasil! ¡Yo soy la Novia Pistolera!» disparó todas sus balas contra el techo? ¿Por qué la asesinaron en 1967 en su paradisíaca Isla del Sol y arrojaron al mar su cuerpo relleno de piedras?
Esta es la historia de una leyenda que existió en carne y hueso. Dora Vivacqua dio su vida por encarnar el mito de Luz del Fuego: guerrera sin antifaz y vengadora sin máscara, heroína o villana, amada u odiada por todo el Brasil. Escribió novelas malditas, fundó partidos políticos e islas utópicas. Bailó con serpientes y jugó con fuego para hipnotizar a un país entero: una Lilith moderna y radicalmente libre, una mujer de acción cuyas ideas brillan hoy con más luz que nunca.
Entre la quest detectivesca y la evocación novelada, la realidad y los recuerdos, Javier Montes modula géneros y voces para seguir con vibrante ritmo narrativo las huellas misteriosas de un personaje fascinante. Retoma los hilos de su anterior Varados en Río y arma como telón de fondo un gran fresco de época: ese Brasil moderno ya desvanecido y que quizá nunca existió del todo.
274 páginas impresas
Publicación original
2020
Año de publicación
2020
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Citas

  • Guillermo Ladd Huarachicompartió una citahace 4 años
    –¡Majestad, no soy la Novia del Brasil! ¡Yo soy la Novia Pistolera!
  • Guillermo Ladd Huarachicompartió una citahace 4 años
    Y justo entonces la sonrisa de la Novia del Brasil se vuelve diabólica y brilla en sus ojos una chispa luciferina. Y se congela la sonrisa del Rey Momo y la de los seis mil rostros de los invitados cuando Luz del Fuego, sonriendo más que nunca, le deja con la mano en el aire y la palabra en la boca y desenfunda rapidísima, como una cobra que de pronto da un tijeretazo y abre las fauces y muestra los colmillos, dos pistolones blancos de las faltriqueras disimuladas a la altura de sus caderas ceñidísimas. La orquesta deja en el aire la primera nota del vals, que cristaliza y se suspende glacial sobre el patio abarrotado y los palcos repletos y los decorados de pacotilla. Y sobre ella se oye retumbar la voz de Luz del Fuego.
  • Guillermo Ladd Huarachicompartió una citahace 4 años
    Antes de que llegue al pie de la escalera, lo que está claro es que ya le ha ganado la admisión al baile y la aprobación de los notables: bien está lo que bien acaba. Es Carnaval, todo se perdona. Magnánimos, están dispuestos a admitir en su seno a la oveja descarriada que al fin se ha plegado a la medida exacta de desacato y broma que en una noche así se acepta y en el fondo se exige (porque refuerza, como el Carnaval mismo, las normas que finge transgredir)

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