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Victoria Holt

Abanico Indio

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  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    de actitud. Estaba claro que ella no lo hubiera querido por nada del mundo. Estábamos más unidas que antes e incluso nos convertíamos en aliadas si la ocasión lo exigía. Por muy vulgar que yo fuera, me sobraba inteligencia. En cambio, ella, a pesar de su hermosura, no sabía razonar ni tenía ingenio como yo. Por eso confiaba en mí, aunque no quisiera reconocerlo.

    De vez en cuando veía a Fabian, que regresaba a casa durante las vacaciones y a veces traía a algún amigo. Los chicos no nos prestaban la menor atención, pero, aun así, empecé a darme cuenta de que Fabian no era tan insensible ante mi presencia como pretendía hacernos creer. A veces, le sorprendía mirándome a hurtadillas. Pensé que debía de recordar la aventura vivida cuando yo era pequeña y él me secuestró.

    Ahora todo el mundo comentaba en susurros que la señorita Lucille estaba loca. La señora Janson era muy amiga de la cocinera de la Casa y lo sabía «de buena tinta», tal como ella solía decir. Polly
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    Con el paso del tiempo, me olvidé del abanico de plumas de pavo real y de las terribles desgracias que podrían ocurrirme por haberlo tenido unos minutos en mi poder. Seguía visitando la Casa; las institutrices eran tan amigas como siempre; y mis relaciones con Lavinia casi no habían sufrido variación alguna. Aunque fuera vulgar y sólo me invitaran por ser la única niña de la edad de Lavinia en los alrededores y mi posición social no fuera tan baja como para que me rechazaran por entero, yo había adquirido cierta superioridad sobre Lavinia debido a mi superior inteligencia. La señorita York presumía un poco ante la señorita Etherton y, en cierta ocasión en que ésta se puso enferma, mi institutriz fue a la Casa para ocupar su lugar hasta que se recuperara, y entonces se descubrió el verdadero abismo que mediaba entre Lavinia y yo, lo cual me fue muy beneficioso y ejerció cierto efecto en Lavinia.

    Me estaba haciendo mayor y ya no quería que se burlaran de mí. Amenacé incluso con no volver a la Casa si Lavinia no cambiaba
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    alegre y despreocupada era entonces... Mi necio impulso le arrebató la vida a Gerald y destrozó la mía.

    —Hubiera podido suceder en otro lugar.

    —No, fue culpa del abanico. Él lo llevó a la joyería. Le debieron de seguir y lo esperaron fuera.

    —Yo creo que eso hubiera podido ocurrir sin el abanico.

    —A su debido tiempo, lo comprendí —dijo la anciana, sacudiendo la cabeza—. Yo te enseñaré lo que hicieron.

    La señorita Lucille permaneció sentada un rato en silencio mientras las lágrimas resbalaban profusamente por sus mejillas. Poco después, entró Ayesha.

    —Vamos, vamos —dijo la criada—. No tiene que pensar en esas cosas. Válgame Dios, eso no es bueno, señorita..., no es bueno.

    —Ayesha —dijo la señorita Lucille—, traeme el abanico.

    —No, olvídese de eso —dijo Ayesha—. No se atormente más.

    —Tráemelo, Ayesha, por favor.
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    »—Pero si no es más que un abanico —decía Gerald—. ¿Por qué le tienes tanto cariño? —Al decirle yo el porqué, añadía—: Pues, entonces procuraré que sea todavía más precioso a tus ojos. Le mandaré poner algo de valor y, cada vez que lo mires, recordarás lo mucho que te quiero.

    »Dijo que lo llevaría a un joyero que conocía en Delhi. El hombre era un auténtico artista. Cuando me devolvieran el abanico, podría sentirme legítimamente orgullosa de él. Yo no cabía en mí de gozo. Hubiera tenido que comprender que aquella felicidad no podía durar. Gerald tomó el abanico y se fue al centro de la ciudad. Jamás olvidaré aquel día. Cada segundo está grabado en mi
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    de miedo. Estando con Gerald, no, claro. Qué bien lo pasé con los encantadores de serpientes, las calles, la extraña música, los acres olores tan típicos de la India. Preciosas mercancías a la venta, sedas y marfiles... cosas exóticas para comer. Mientras paseábamos por allí, vimos a un hombre que vendía abanicos. Inmediatamente me llamaron la atención.

    »—¡Qué bonitos son! —exclamé.

    »—Son preciosos —dijo Gerald—. Te voy a comprar uno.

    »Recuerdo al hombre que los vendía. Era tullido y no podía tenerse en pie, permanecía sentado sobre una alfombrilla. También recuerdo su sonrisa. De momento, no le presté atención, pero después me vino otra vez a la memoria. Era una sonrisa... perversa. Gerald abrió el abanico y yo lo tomé. Para mí era doblemente valioso por tratarse de un regalo suyo. Gerald se rió al verme tan contenta y me tomó fuertemente del brazo. La gente nos miraba al pasar, probablemente porque parecíamos muy felices. De vuelta en
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    »Todo el mundo se mostró encantado cuando anunciamos el compromiso. Mi familia ofreció un baile para celebrarlo. Fue un acontecimiento extraordinario.

    »Me gustaría poder describirte la India y la vida que llevábamos allí, querida niña.

    »¿Quién hubiera podido adivinar que la tragedia acechaba a la vuelta de la esquina? Se presentó de repente, como un ladrón en la noche, en palabras de la Biblia.

    »Eso fue lo que me ocurrió.

    —¿Y todo por culpa del abanico? —pregunté con voz trémula.

    —Ah, el abanico. ¡Qué jóvenes éramos! ¡Qué ignorantes de la vida! Fuimos al bazar juntos porque estaba permitido si las personas ya estaban oficialmente comprometidas. Fue maravilloso. Los bazares son fascinantes, aunque yo siempre les tenía un poco
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    Pensaron que sería bueno que yo pasara una temporada en aquellas tierras. Hay una intensa vida social entre los ingleses y los miembros de la compañía..., me refiero a la Compañía de las Indias Orientales en la que nosotros teníamos parte al igual que Gerald y su familia. Por eso él estaba allí. Era apuesto y encantador..., jamas ha existido nadie como él. Nos enamoramos el primer día que nos conocimos.

    »Tú eres demasiado joven para comprenderlo, mi niña —añadió, mirándome con una sonrisa—. Todo era perfecto. Su familia
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    —¡La maldición! —la cosa se estaba poniendo emocionante. Aquello era todavía más descabellado que la historia de mi padre sobre la doncella convertida en vaca blanca—. ¿Por qué? —pregunté.

    —Porque está escrito.

    —¿Quién lo escribió? ¿Cómo es posible que un abanico de plumas traiga mala suerte? Al fin y al cabo, no es más que un abanico. ¿Quién podría causarle daño a la persona que lo tenga? El pavo real del que proceden las plumas debió de morir hace mucho tiempo.

    —Tú no has estado en la India, mi niña. Allí ocurren cosas muy extrañas. He visto en los bazares a hombres encantando y domesticando serpientes venenosas. He visto el llamado Portento de la Cuerda en el que un vidente hace que una cuerda se levante verticalmente sin ayuda y un chiquillo asciende por ella. Si estuvieras en la India, creerías estas cosas. Aquí la gente es demasiado materialista, no capta la mística.
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    Me estremecí y miré a mi alrededor.

    —¿Traen mala suerte? —pregunté.

    —Eres una niña muy simpática y siento lo sucedido —dijo la anciana con tristeza—. Ahora tendrás que permanecer en guardia.

    —¿Por qué? —pregunté, angustiada.

    —Porque este abanico atrae las desgracias.

    —¿Y eso cómo es posible?

    —El cómo lo ignoro. Sólo sé que las atrae.

    —Si lo sabe, ¿por qué lo conserva en su poder?

    —Porque pagué un precio por él.

    —¿Qué precio?

    —La felicidad de mi vida.

    —¿No sería mejor que se librara de él?

    —No —contestó la anciana, sacudiendo la cabeza—. Eso no debe hacerse jamás porque, en tal caso, la maldición se transmitiría a otra persona.
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    Después, se retiró y nos dejó a solas.

    —Dime por qué lo hiciste. ¿Por qué tomaste el abanico? —Preguntó la señorita Lucille.

    Expliqué que Fabian era un emperador romano y Lavinia y yo sus esclavas. Nos quiso poner a prueba, encomendándonos tareas difíciles. A mí me correspondió llevarle un abanico de plumas de pavo real y, como sabía que en su habitación había uno, vine y lo tomé.

    —O sea que Fabian tuvo que ver en el asunto. Intervinisteis los dos. Pero tú fuiste quien lo tomó y eso significa que, por un rato, lo tuviste en tu poder... y fue tuyo. Eso será recordado.

    —¿Quién lo recordará?

    —El destino, mi querida niña. Lamento que tomaras el abanico. Cualquier otra cosa no te hubiera hecho el menor daño; sin embargo, las plumas de pavo real tienen algo... místico... y amenazador.
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