Victoria Holt

Abanico Indio

Avisarme cuando se agregue el libro
Para leer este libro carga un archivo EPUB o FB2 en Bookmate. ¿Cómo puedo cargar un libro?
Desde siempre, la vida de Drusilla ha estado dominada por los arrogantes Framling: lady Harriet y sus hijos, Fabian y Lavinia. Precisamente, un día, mientras jugaba con estos de pequeña, Drusilla descubrió algo que marcaría su destino: un abanico de plumas de pavo real. Tras su paso por una escuela de señoritas en Francia, Drusilla ve  su corazón inclinarse hacia Fabian, aunque se siente a su vez turbada por el joven Dougal, culto y para nada frívolo. Mas su destino sigue manteniéndola vinculada a los Framling y, como institutriz de la hija de Lavinia, acepta reunirse con ella en la India, país sensual y misterioso. Drusilla volverá después a Inglaterra, pero la ciega maldición del abanico indio no la abandonará tan fácilmente…
Este libro no está disponible por el momento.
477 páginas impresas
¿Ya lo leíste? ¿Qué te pareció?
👍👎

Opiniones

  • Maria del Pilar López Gutiérrezcompartió su opiniónhace 7 años
    👍Me gustó
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo

    Muy bueno , lo recomiendo

Citas

  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    de actitud. Estaba claro que ella no lo hubiera querido por nada del mundo. Estábamos más unidas que antes e incluso nos convertíamos en aliadas si la ocasión lo exigía. Por muy vulgar que yo fuera, me sobraba inteligencia. En cambio, ella, a pesar de su hermosura, no sabía razonar ni tenía ingenio como yo. Por eso confiaba en mí, aunque no quisiera reconocerlo.

    De vez en cuando veía a Fabian, que regresaba a casa durante las vacaciones y a veces traía a algún amigo. Los chicos no nos prestaban la menor atención, pero, aun así, empecé a darme cuenta de que Fabian no era tan insensible ante mi presencia como pretendía hacernos creer. A veces, le sorprendía mirándome a hurtadillas. Pensé que debía de recordar la aventura vivida cuando yo era pequeña y él me secuestró.

    Ahora todo el mundo comentaba en susurros que la señorita Lucille estaba loca. La señora Janson era muy amiga de la cocinera de la Casa y lo sabía «de buena tinta», tal como ella solía decir. Polly
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    Con el paso del tiempo, me olvidé del abanico de plumas de pavo real y de las terribles desgracias que podrían ocurrirme por haberlo tenido unos minutos en mi poder. Seguía visitando la Casa; las institutrices eran tan amigas como siempre; y mis relaciones con Lavinia casi no habían sufrido variación alguna. Aunque fuera vulgar y sólo me invitaran por ser la única niña de la edad de Lavinia en los alrededores y mi posición social no fuera tan baja como para que me rechazaran por entero, yo había adquirido cierta superioridad sobre Lavinia debido a mi superior inteligencia. La señorita York presumía un poco ante la señorita Etherton y, en cierta ocasión en que ésta se puso enferma, mi institutriz fue a la Casa para ocupar su lugar hasta que se recuperara, y entonces se descubrió el verdadero abismo que mediaba entre Lavinia y yo, lo cual me fue muy beneficioso y ejerció cierto efecto en Lavinia.

    Me estaba haciendo mayor y ya no quería que se burlaran de mí. Amenacé incluso con no volver a la Casa si Lavinia no cambiaba
  • Adry Ruizcompartió una citahace 6 años
    alegre y despreocupada era entonces... Mi necio impulso le arrebató la vida a Gerald y destrozó la mía.

    —Hubiera podido suceder en otro lugar.

    —No, fue culpa del abanico. Él lo llevó a la joyería. Le debieron de seguir y lo esperaron fuera.

    —Yo creo que eso hubiera podido ocurrir sin el abanico.

    —A su debido tiempo, lo comprendí —dijo la anciana, sacudiendo la cabeza—. Yo te enseñaré lo que hicieron.

    La señorita Lucille permaneció sentada un rato en silencio mientras las lágrimas resbalaban profusamente por sus mejillas. Poco después, entró Ayesha.

    —Vamos, vamos —dijo la criada—. No tiene que pensar en esas cosas. Válgame Dios, eso no es bueno, señorita..., no es bueno.

    —Ayesha —dijo la señorita Lucille—, traeme el abanico.

    —No, olvídese de eso —dijo Ayesha—. No se atormente más.

    —Tráemelo, Ayesha, por favor.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)