Peter Sloterdijk

La herencia del Dios perdido

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«A la comprensión del presente como época de complejidades y complicaciones crecientes se debe la conciencia del aumento de los ocasos. Ya no solo nos las habemos con este o aquel ocaso de dioses, que daba que pensar a los mitólogos, a los teólogos y a los artistas. Si los ocasos de dioses se siguen de un desarrollo de culturas de invención como tales, es fácil suponer que los ocasos venideros tampoco se detendrán ante los misterios de la capacidad de invención humana».

PETER SLOTERDIJK

En el segundo volumen de Esferas, Globos, en el que se describe la globalización desde sus inicios hasta su desarrollo preliminar a finales del siglo XX, Peter Sloterdijk identifica a Dios como la fuente primordial que proporciona seguridad y protección al hombre.

Esta suposición, válida en todas las religiones ;al menos en las monoteístas;, genera paradojas que tuvieron consecuencias devastadoras desde la Edad Media hasta la Edad Moderna: el avance de la radicalización desde el cambio de siglo es su consecuencia más grave.

Sin embargo, ¿qué ha desencadenado la virulenta afirmación «Dios ha muerto», desde finales del siglo XIX? ¿Acaso un cambio de mentalidad? ¿O es un diagnóstico de lo que ha ocurrido? ¿Debe entenderse como un pronóstico que pone fin a todos los argumentos interreligiosos?

Peter Sloterdijk enumera en La herencia del Dios perdido, por primera vez, todas las consecuencias de aquella afirmación, y abarca en este análisis diversas áreas de la teología y filosofía actuales, así como la política descarnada actual o los avances culturales, científicos

y tecnológicos inmediatos.
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418 páginas impresas
Publicación original
2020
Año de publicación
2020
Editorial
Siruela
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Citas

  • Bianca Beltráncompartió una citael año pasado
    Al ser humano observado en demasía, cuanto más se le hace creer que al observador no se le escapa detalle, por pequeño que este sea, más se le empuja al disimulo. El dios que es completamente ojo me rodea por fuera y me traspasa por dentro de acuerdo con el esquema espacial agustiniano de la doble trascendencia: interior intimo meo, superior summo meo («más interior a lo íntimo de mí mismo y más alto de todo lo que es alto en mí»)32.

    La instauración de la posición excéntrica «del ser humano» en el escenario de la existencia es el resultado, según esto, de una reacción, fijada internamente, a las imposiciones altoculturales de la constante observación que penetra todo.
  • Bianca Beltráncompartió una citahace 2 años
    Con esta tesis se proclama poéticamente algo que trescientos años después se interpretará filosóficamente: que ser y ser-visto convergen. El malestar en la cultura no solo proviene de la obligada renuncia al instinto, sino que surge más aún de la carga por la mirada del otro poco amable. El ser humano no puede devenir lo que es o quien es si no se desarrolla ante los ojos de observadores. La existencia implica un test permanente respecto a si uno puede dejarse ver.
  • Bianca Beltráncompartió una citahace 2 años
    Es por la estructura de su conciencia por lo que la situación excéntrica como valor posicional en sentido plessneriano caracteriza «al ser humano». Él —aquí prevalece aún el ingenuo masculino—, a priori, por decirlo así, en virtud de su constitución reflexiva, ha salido desde el centro de la existencia a las afueras. El significado de la existencia para el ser humano radica en la evasión de los límites de su ambiente —signifique lo que signifique su milieu—. Así, aunque permanezca en un lugar, el ser humano va más allá del efecto de cerco del horizonte. No está aquí sin estar allí. Siempre huyendo ya de los límites del entorno inmediato, en el intento de llegar a sí mismo, tiene que descubrir que es un ser que esencialmente se mueve a su propio lado. Como herido por un más allá inevitable, está distanciado de sí mismo en la cercanía más próxima a sí mismo. No obstante, consigue ser «él mismo» en tanto en cuanto logra regresar a sí desde el estar-al-lado. Ser un ser humano adopta, según esto, la forma de una tarea nunca del todo realizable. Para que la existencia tenga éxito es necesario que el individuo organice la tensión entre las tendencias excéntricas y las concéntricas.

    Se puede constatar, con todo respeto, que, con su bella doctrina de la existencia posicionalmente duplicada «del ser humano», Plessner había puesto en el mercado a mitad de precio una versión del idealismo alemán. Su doctrina era original en cuanto que presentaba una interpretación espacial de la «autorreflexión». Sonaba sorprendente en tanto en cuanto ponía de manifiesto en horizontal una profundidad hasta entonces no mostrada de esa manera. Lo que «los seres humanos» habían negociado hasta ese momento con un mundo trascendente hacia arriba deberían solucionarlo en el futuro entre ellos como criaturas de una vecindad apartada. Si se quisiera caracterizar con una palabra el impulso de Plessner, podría decirse que cambió la antropología de Feuerbach de la vertical a la horizontal. La excentrización se ofrece como figura sucesora de trascendencia. «El ser humano» es el animal que no solo coloca un cielo sobre él, sino que también lleva en sí una lejanía desde la que regresa a sí mismo.

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