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Libros
Ian McEwan

Amsterdam

Molly Lane ha muerto a los cuarenta y seis años de edad. Era una mujer muy libre, muy seductora, y en su entierro se encuentran presentes los cuatro hombres más importantes de su vida: Clive Linley, músico famoso; Vernon Halliday, periodista y director de uno de los grandes periódicos del país; George Lane, su poderoso y multimillonario marido, y Julian Garmony, un notorio político de derechas, actual ministro de Asuntos Exteriores y candidato a primer ministro. Clive y Vernon son amigos desde los lejanos y felices años sesenta, y ambos fueron amantes de Molly cuando todos ellos eran jóvenes, idealistas y pobres. George, el marido, entró mucho más tarde en la vida de la fascinante mujer y jamás pudo poseerla del todo, excepto en el terrible período final, de descenso a los infiernos de la pérdida de memoria y la desintegración mental, en el que se convirtió en su implacable cuidador y carcelero. Y con respecto a Garmony, representante de la derecha más pura y dura y de todo lo que Vernon, Clive y Molly odiaron durante toda su vida, ni el periodista ni el músico pueden explicarse qué era lo que Molly veía en él, qué extraña relación les unía. Pero lo descubrirán pocos días más tarde cuando George, el marido, le ofrece a Vernon unas espectaculares fotos del futuro primer ministro vestido con unas excitantes ropas de mujer. Fotos tomadas precisamente por Molly y que serán el disparo de salida de esta feroz, cínica, mordiente fábula moral.
181 páginas impresas
Publicación original
1999
Año de publicación
1999

Otras versiones

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Opiniones

  • Marlenecompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó
    🚀Adictivo

    Creía que el dilema moral de la novela se centraba en la faceta oculta de la vida de Garmony o quizá en la vida liberal de Molly o en el tema de la muerte con dignidad; sin embargo aunque dichas temáticas no son la columna vertebral de la obra sí se dejan ver varias perspectivas que invitan al lector a tomar partido en pro o en contra de estos temas. Me sorprendió positivamente ver cómo se iba configurando la temática principal y su desenlace que, para mí gusto, no debió ser revelado literalmente en el capítulo final para quedar como una novela perfecta pues el hecho de que sea desvelado deja un toque de desencanto. Por todo lo demás me parece un texto bien trabajado, el estilo me gustó en lo general. Entiendo el título como una metáfora de lo que es una sociedad parece correcto según qué criterios.

  • R Güemescompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó

    No cabe duda que Ian McEwan es un gran escritor con mucha habilidad para plasmar a sus personajes Londinenses con todas sus facetas blancas, negras y multitud de tonos grises, no puede faltar el humor negro y la vuelta de tuerca... Lo increíble de la historia es que todo gira en torno a una mujer que muere antes de que empiece la novela, no tiene voz pero presencia constante, es un plus a la narración y una prueba de que sólo un buen escritor puede llevar a buen final una historia como esta...

  • Gilberto Julio Marquina Castillocompartió su opiniónhace 4 años
    👍Me gustó

Citas

  • Rafael Ramoscompartió una citahace 21 días
    subió al ático con la «beligerante» determinación de ponerse a trabajar. Llegaría un tiempo en el que nada quedaría de Vermin Halliday, y en el que de Clive Linley quedaría su música. El trabajo, pues, un trabajo callado, deliberado, triunfante, constituiría una especie de desquite. Pero la beligerancia no resultaba de gran ayuda para la concentración, como tampoco las tres ginebras y la botella de vino, y tres horas después seguía sentado al piano con la mirada fija en la partitura, inclinado sobre las teclas en actitud de trabajo, con un lápiz en la mano y el ceño fruncido, pero sin oír ni ver más que el brillante tiovivo-organillo de sus propios y circulares pensamientos, una y otra vez los mismos caballitos cabeceando sobre sus trenzadas barras. Y helos ahí, volviendo una vez más... ¡Qué injuria! ¡La policía! ¡Pobre Molly! ¡Mojigato hipócrita! Invocar una postura moral para justificar lo que estaba haciendo... ¡Estaba hasta el cuello de mierda! ¡Qué ultraje! ¿Y Molly qué...?
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 21 días
    La noche del miércoles al jueves Clive revisó y perfeccionó el diminuendo. Lo único que debía hacer ahora era retroceder varias páginas en la partitura y volver sobre la clamorosa reafirmación, y quizá modificar las armonías, o incluso la propia melodía, o crear alguna forma de resaca rítmica, una síncopa inserta en el corazón de las notas. Para Clive tal variación se había convertido en elemento crucial de la conclusión de la obra; debía sugerir la naturaleza incognoscible del futuro. Cuando la ya familiar melodía volviera a oírse por última vez, alterada de un modo leve aunque significante, tendría que suscitar inseguridad en el oyente (una suerte de cautela contra el hábito de aferrarse demasiado a lo que se conoce).
  • Rafael Ramoscompartió una citahace 21 días
    ahora flotaba escaleras abajo hacia el dormitorio, se sacudía los zapatos y se sumergía bajo las mantas para sucumbir a un sueño sin sueños que era un aturdimiento morboso, un vacío, una muerte.

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