Libros
Elena Gorokhova

Un montón de migajas

  • Penélope C.compartió una citael año pasado
    —Un pelotón de fusilamiento. Stalin lo habría arreglado enseguida, no habría hecho falta ni investigar —asegura mi tío, que ha dejado de espiar a las muchachas y está sentado en una roca, frotando los cristales de los prismáticos con la manga de la camisa—. Antes te fusilaban por mucho menos que eso.
    —Por llegar dos minutos tarde a trabajar te metían en la cárcel —recuerda mi madre—. Te dormías, no oías el despertador y al cabo de un rato los escuchabas aporrear tu puerta en plena noche. Yo he visto a gente desaparecer por no oír el despertador. Entonces sí había orden
  • Penélope C.compartió una citael año pasado
    Vsyo ponimaet —le susurra a Marina: de repente he crecido y ahora lo entiendo todo
  • Penélope C.compartió una citael año pasado
    Es extraño, pero la vida, fuera de mi cuerpo, no se detiene; las escenas cotidianas se suceden como siempre, previsibles y ordenadas: mi madre trasteando por el apartamento, mi hermana siguiéndola, como si esperase órdenes; el chirriar de frenos cuando un coche se detiene ante el semáforo; el olor
  • Penélope C.compartió una citael año pasado
    Aparte de regar y desherbar, en la dacha suceden tan pocas cosas que cualquier distracción (una ida al colmado o un camión que pase a toda velocidad) hace que un día pueda ser memorable
  • Penélope C.compartió una citael año pasado
    Dedushka le da vueltas a la manivela oxidada del pozo hasta que el cubo atado a una cadena cae dentro del agua. Yo me apoyo en el armazón del pozo y miro hacia abajo, pero es tan profundo que no logro nunca divisar el agua; sólo oigo el tintineo de la ca­dena, seguido de un chapoteo.
  • Daniela Jiménezcompartió una citael año pasado
    Nacida tres años antes de que Rusia se convirtiera en la Unión Soviética, mi madre acabó siendo un reflejo de mi patria: autoritaria, protectora y difícil de abandonar. Nuestra casa era la sede del Politburó, y mi madre, su presidenta perpetua. Dirigía las sesiones en nuestra cocina, delante de una olla de borscht, con un cucharón en la mano, ordenándonos que comiéramos con una voz que hacía temblar a sus alumnos de anatomía. Superviviente de la hambruna, del terror de Stalin y de la Gran Guerra Patriótica, nos controlaba y protegía con férrea determinación. Lo que le había pa­sado a ella no iba a pasarnos a nosotros. Nos mantenía apartados del peligro, de la experiencia y de la vida misma con un estrecho abrazo que protegía nuestra inocencia al mismo tiempo que nos sofocaba.
  • Irasema Diazcompartió una citahace 2 años
    La pulsera, que brilla en la palma de mi mano, es un recordatorio de mi estatus exclusivo, que me permite entrar en la Beriozka con todos sus tesoros prohibidos. Aunque ¿es realmente un privilegio poder estar junto a unos anaqueles llenos de comida que no puedo comer y de libros que no puedo leer?
  • Irasema Diazcompartió una citahace 2 años
    No entiendo por qué los países socialistas de Europa del Este, con sus economías planificadas, más fiables, no tienen unas divisas tan solventes como las de los inestables y agonizantes países capitalistas occidentales.
  • Irasema Diazcompartió una citahace 2 años
    Es todo un gran vranyo —dijo mi hermana—. Todo hipocresía y falsedad. —A Marina le gusta emplear las palabras grandilocuentes y teatrales que ha aprendido en sus obras—. Todo este delirio comunista sobre el paraíso en la Tierra y la igualdad laboral… Ellos fingen pagarnos y nosotros fingimos trabajar.
  • Irasema Diazcompartió una citahace 2 años
    —Esa luz es nuestro brillante futuro —afirma—. El futuro que llevan prometiéndonos desde que íbamos al parvulario, desde 1917 y el asalto del Palacio de Invierno. Sólo que nadie nos había dicho que ese futuro estaba al otro lado del Atlántico.
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