Libros
Pierre Mac Orlan

Breve manual del perfecto aventurero

Insólito pedagogo, el autor de este manual (que hizo las delicias de Raymond Queneau) se dirige a los sedentarios, los «compañeros de fatigas», que ansían vivir grandes aventuras sin renunciar a una vida confortable: viajecitos cuidadosamente escogidos, ciudades y cabarets míticos, lecturas raras y esenciales; éstos son los ingredientes que permiten construir el decorado de una novela de aventuras y lanzarse a escribir como quien se hace a la mar, experimentando, eso sí, el riesgo de la cabeza ajena.
«Mac Orlan tiene una cosa de gran pirata, aunque mejor dicho es el escritor que ha dejado de ser pirata, pero aún toca el acordeón de la tarde como el ángelus supremo de la piratería.»  Ramón Gómez de la Serna
55 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2017
Año de publicación
2017
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Citas

  • furtazacompartió una citahace 3 años
    Ocurre a veces, aunque muy pocas, que un aventurero activo explotado por un aventurero pasivo vuelve de una larga aventura y muele a palos a su inspirador.
    Es un caso desagradable, pero, repetimos, se da muy pocas veces. El aventurero activo es incapaz de juzgar su caso con tanta severidad.
  • furtazacompartió una citahace 3 años
    Pero no nos pongamos tristes hablando de remordimientos ahora que concluimos este manual. Un hombre, sea quien sea, que haya seguido siempre el impulso de sus instintos no puede tener remordimientos.
    El caníbal no puede albergar dudas sobre el régimen alimentario que ha seguido toda su vida.
    Por esta razón, el fin del aventurero pasivo debería estar exento de esos tormentos íntimos.
    Pero todo esto corresponde a la vida privada, no a la literatura.
  • furtazacompartió una citahace 3 años
    Al igual que los aventureros activos, los pasivos no suelen morir de viejos.
    No oirán el tintineo de las cadenas que el viento de alta mar agita, ni olerán el supremo aroma a yodo que despide la corbata de cáñamo; no verán iluminada por el sol la rueda donde han de descoyuntarles los miembros; las miras de los fusiles que apuntan al pecho no atestiguarán la dignidad de su actitud postrera: los aventureros pasivos mueren, como tanta gente, en su cama, en la vía pública o en el hospital.

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