Quizá. —Le sonreí con picardía, y fruncí el ceño cuando su agarre se hizo más fuerte. Si continuaba apretando, como buena pacifista que era, iba a ser asesinado—. Ahora, necesito ir a trabajar.
—Entonces ve —escupió.
—Sigues agarrándome —observé—. Es decir, si me encuentras tan irresistible...