—Usted que-quería a la señorita Bowman porque heredará una fortuna —soltó Evangeline—. Ne-necesita ca-casarse con alguien que tenga dinero.
—Cierto —admitió Sebastian—. Mi padre, el duque, no ha cumplido con su obligación en esta vida: conservar intacta la fortuna familiar para dejármela en herencia. En cuanto a mi responsabilidad, consiste en dedicarme a la ociosidad más disoluta y esperar a que él fallezca. Yo he cumplido con mi deber a las mil maravillas, pero el duque no. Ha administrado muy mal las finanzas familiares y, hoy por hoy, es imperdonablemente pobre. Y, aún peor, goza de buena salud.
—Mi padre es rico —aseguró Evangeline sin ninguna emoción—. Y se está mu-muriendo.
—Felicidades —repuso él, y enarcó las cejas.