espaldas y su nuca golpearía en el borde de concreto.
Escuché los gritos de terror de mis papás. Yo mismo exclamé asustado:
—¡Nooo!
Muchas cosas pasaron por mi mente en esos segundos: El funeral de mi hermano, mis padres llorando de manera desconsolada, los policías deteniéndome y llevándome a la cárcel de menores. De haber podido, me hubiese arrojado al aire para tratar de desviar la trayectoria