Más que hacer el amor, hace la súplica, el ruego: detenme, que tu cuerpo sea el muro de agua que ahogue el desierto, que tu cuerpo sea el velo que me permita abrir los ojos sin llorar. Protégeme. Ampárame que estoy hecha de polvo y voy a esparcirme junto al viento por toda tu casa. Contenme. Y él lo hace. O lo intenta.