Miguel Sáenz

  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    El tranvía vuelve a ponerse en marcha y comienza la siguiente gran ciudad. Hemos llegado a nuestro destino, muy parecido al lugar del que venimos. Se diría que ya no es posible desplazarse en el espacio, sino tan sólo en el tiempo, como si se tratara de la certera, inevitable y definitiva muerte del último trocito de tierra virgen.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    En 1914 fue a la guerra, tranquilo, sin entusiasmo y sin miedo, porque sabía que su raro don no dejaría de producir efecto en los oficiales de un cuartel general. Durante cuatro años estuvo a veinte kilómetros del frente, en pueblos idílicos, junto a pucheros y hogares calientes, ante cantidad de alimentos sabrosos. A veces habla de aquellos tiempos, y siempre que lo hace añade: «Los oficiales de mi Estado Mayor comían mejor que combatían». Es el único aforismo que se le ha ocurrido y se le ocurrirá jamás, y no encierra un reproche, sino un elogio.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    Grillparzer está felizmente enamorado. Sólo teme al otro sexo. Curioso descendiente de trovadores austríacos, invierte el mandamiento de los Minnesänger y ama antes de venerar: es un moralista, no un cortesano, del mismo modo que tampoco era cortesano en su actitud hacia el emperador. No era un adulador, prefería quedarse en silencio, y su mutismo era un reproche.
  • Adal Cortezcompartió una citael año pasado
    Amanece y el hombre pobre desearía poder prolongar la noche. Aunque es diciembre y el día empieza tarde, llega demasiado temprano para él. Los amaneceres son malos, pero al cabo de los años el hombre pobre ha comprendido que hay que superarlos porque el día aguarda. No todos los días son tan malos como su anticipo, los amaneceres. Algunos, aunque raros, han sido sorprendentemente favorables; otros, la mayoría, han sido decididamente malos. Sin embargo, al levantarse por la mañana no es posible saber cómo será el día.
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Se trataba entonces de una bagatela, ocho mil florines, pero en fin de cuentas tampoco treinta significan nada para Dorsday. Por eso he pensado si no podrías demostrarnos tu amor hablando con Dorsday.»
    ¿Qué?
    «Al fin y al cabo a ti te ha tenido siempre especial estima.»
    Nunca lo he notado. Me acariciaba las mejillas cuando tenía doce o trece años. «Toda una señorita ya.»
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    La pariente pobre invitada por la tía rica. Seguramente está ya arrepentida. ¿Quieres que te lo ponga por escrito, querida tía, que no pienso en Paul ni en sueños? Ay, no pienso en nadie. No estoy enamorada. De nadie. Ni he estado nunca enamorada
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    San Martino, en el Hotel Fratazza se ha producido un lamentable accidente. La señorita Else T., una bellísima muchacha de diecinueve años, hija del conocido abogado… Naturalmente dirían que me había suicidado por un amor desgraciado o porque estaba encinta. Amor desgraciado, ah no
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    La marchesa. Qué joven parece en la penumbra. Seguro que tiene cuarenta y cinco. ¿Dónde estaré yo a los cuarenta y cinco? Quizá ya muerta. Ojalá. Me sonríe muy amablemente, como siempre. Le cedo el paso, una ligera inclinación de cabeza, pero no como si considerase un gran honor que una marchesa me sonriera
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    ¿Por qué dirá Cissy «dinner»? Tonta afectación. Son el uno para el otro, Cissy y Paul.
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 2 años
    Creo que no puedo enamorarme. En realidad es extraño. Porque sensual sí que soy. Pero también orgullosa y poco amable, gracias a Dios
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)