“¿Escribiste una colección de poemas? Eso es increíble”, dije con seriedad, extendiendo mi mano hasta su rodilla. Fue sólo un gesto rápido para mostrar mi asombro, nada más. Pero su mano aterrizó brevemente sobre la mía de manera amistosa, la yema de su pulgar recorrió el dorso de mi mano, provocando que se me pusiera la piel de gallina en el brazo. Fue como si no hubiera pasado el tiempo en ese momento de tranquilidad.
“Gracias, Dani”, respondió. Fueron sólo unas pocas palabras,
pero podía sentir su corazón en ellos.