verdad: a quién podría interesarle si es que acaso existiese una forma de conocerla con certeza; lo único que importan son (como bien lo saben los dueños de Tribuna) los escándalos, es decir las verdades a medias, las alteraciones, las medias mentiras que no dejan de ser mentiras pero que se convierten en verdad («¿cómo no va a ser cierto, si lo decía el periódico?») al menos por unos segundos. Nadie busca verdades, sino entretenimientos: máscaras para divertirnos unos instantes, para hacer como que comprendemos lo que sucede a nuestro alrededor, lo que le pasa a las demás personas, lo que nos aflige o nos tortura: no más