Como sus emociones no habían podido ser educadas de otro modo, no se manifiestan ajustadas a las situaciones que le toca vivir. Es por ello que entra en cólera ante el rechazo de sus seres queridos, rompiendo todo lo que encuentra a su paso, en vez de simplemente llorar (que habría sido lo más «normal»). «La criatura» es capaz de identificar el miedo que sienten los otros por su apariencia, incluso comprende que esto sea así cuando ve reflejada su imagen en el río, pero no se avergüenza en ningún momento de ser como es. Se podría decir que no conoce ese sentimiento. «La mirada que el monstruo lanza a todo lo que le rodea» es la que constituye su identidad, quedando desterradas al olvido otras dos miradas también fundamentales: como son la que tendría que «proyectar h