Las características típicas del hombre «natural» –la posibilidad de comunicación, la ligereza en el decir, la exuberancia en el gesto, la dificultad para contener la alegría, el dolor o la ira– han dejado de hecho, lentamente, paso al silencio, a la contención solipsista, al dominio de la mente sobre el corazón, hasta alcanzar un profundo olvido de sí mismo y de las cosas, que es la causa de la frialdad, la enfermedad y la muerte.