Veamos otro ejemplo: consideremos estas descripciones de una misma persona.
Inteligente, hábil, trabajadora, cordial, decidida, práctica, prudente Inteligente, hábil, trabajadora, fría, decidida, práctica, prudente Las dos descripciones solo difieren en un atributo: la persona es cordial o es fría.
Pero cuando los participantes en un estudio oyeron solo una de las dos descripciones y se les pidió que eligieran qué par de cualidades describían mejor a esa persona (de una lista de dieciocho pares de la que se debía elegir una cualidad de cada par), se observó que la impresión final que producían las dos descripciones era diferente. Los sujetos tendieron a considerar que la primera persona era generosa y la segunda no. Habrá quien diga que la generosidad es un aspecto inherente a la cordialidad y que es lógico que los sujetos respondieran así. Pero los participantes fueron más lejos y atribuyeron a la primera persona unas cualidades positivas que no tenían nada que ver con que fuera cordial.