Ángeles de los Santos

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    Roche añadía que los estadounidenses que visitaban Inglaterra, incluso en la década de los cuarenta, se sentían horrorizados por la forma en que los británicos –una de las naciones «más clasistas y con más desigualdades de Occidente»– trataban a sus criados como si fueran objetos inanimados e invisibles. Treinta años después, en medio de lo que Roche describió como «una explosión de igualitarismo» en Gran Bretaña, las antiguas esclavas del hogar, objeto de burla en incontables y olvidadas comedias de situación de los años veinte y treinta por ser vergonzosas y no hablar con propiedad, habían adquirido gran relevancia.
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    os patrones, acostumbrados a tratar a su servidumbre como personas de inteligencia mínima, rara vez tenían en cuenta que éstas pudieran abrigar sentimientos.
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    La mayoría de quienes trabajaban en las mansiones señoriales disfrutaba de un cómodo nivel de vida y gozaba, por extensión, del esplendor de sus nobles patrones. Pero, en el otro extremo de la balanza, no había villa respetable de las afueras que no tuviera una o varias doncellas, así que la mayoría de las empleadas del servicio trabajaba para las clases medias inglesas, no para la aristocracia. Estos criados eran, en su mayoría, niños: ayudantes de las cocinas, sirvientas o doncellas de menor categoría y limpiabotas. Eran meras posesiones, esclavos a quienes sus señores no veían casi nunca y, de hacerlo, casi nunca los reconocían
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    Además, a diferencia de los esclavos, eran libres de renunciar y marcharse. Pero, en la práctica, dependían de su señor para conseguir referencias y, sin una carta de recomendación favorable del patrón anterior, un empleado doméstico no tenía posibilidades de encontrar otro trabajo.
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    La doncella que se quedara embarazada, tal vez debido al galanteo del hijo mayor o de algún amigo suyo que visitara la casa, se exponía a un despido inmediato. Puesto que era improbable que su familia la readmitiera, se enfrentaba al asilo de pobres o a una vida de prostitución.
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    La Biblia se utilizaba para convencer a la servidumbre de que era voluntad de Dios que ellos permanecieran en lo más bajo de la sociedad, así como para que reconocieran la superioridad de aquellos a quienes servían: a los comedores del servicio llegaban toda suerte de escritos panfletarios, y se recurría a palabras de John Keble6 con el fin de apoyar la idea de subordinación:
    La rutina diaria y las tareas sencillas nos proporcionarán todo lo que necesitamos, espacio para sacrificarnos, un camino que cada día nos acerque más a Dios.
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    Sirvientes, obedeced a quienes son vuestros amos en el mundo, con miedo y temblor, con lealtad de corazón, como a Cristo; no sólo
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    Sirvientes, obedeced a quienes son vuestros amos en el mundo, con miedo y temblor, con lealtad de corazón, como a Cristo; no sólo cuando os miran, como los complacientes, sino como los siervos de Cristo, cumpliendo la voluntad de Dios desde el corazón (Efesios VI, 5-6).
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    las clases medias, siguiendo el ejemplo de la realeza, llevaban a su personal de servicio a la misa dominical, y nadie cuestionaba en absoluto que tuvieran que ocupar bancos separados de los de sus patrones, por lo general al fondo de la iglesia. En la encopetada procesión hacia el templo, los moradores del sótano debían vestir un uniforme de calle que dejaba claro a qué clase pertenecían.
  • Fabiola Bautistacompartió una citahace 8 meses
    ¿Quién no sentiría el más profundo interés por el bienestar de sus empleados del hogar? ¿Qué cora
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