Ojalá que la lectura de esta obra permita comprender que la literatura, la cultura y el arte no son productos suntuarios para endulzar la vida espiritual, sino algo que reactiva la ensoñación, el pensamiento y la disposición inventiva “para que uno pueda elaborar un espacio en donde encontrar lugar, vivir momentos un poco tranquilos, poéticos y creativos, y no sólo verse sometido a evaluaciones en un universo productivista; para participar en el devenir compartido y entrar en relación con otros de manera menos violenta, menos brusca, más apaciguada”, como tan bien lo dice Michèle