Dos años después, en 1697, cae el que al parecer fue el último baluarte indígena de la Mesoamérica prehispánica: la ciudad de Ta Itzá, llamada por los españoles Tayasal, que era gobernada por la familia Canek del linaje de los itzáes, quienes habían huido a esas regiones desde Chichén Itzá. Ta Itzá se ubicaba en las márgenes del lago Petén Itzá en Guatemala, y conservaba las creencias y costumbres prehispánicas, en impactante contraste con la Nueva España, donde en ese momento despuntaba el pensamiento de una nueva nación, con el brillo de sor Juana Inés de la Cruz y Juan Ruiz de Alarcón.