Luciano Padilla López

Un bebé de apenas pocos meses ya sabe diferenciar entre ocho y dieciséis objetos, traza nexos multimodales entre dos sonidos y dos imágenes y evalúa una operación aritmética concreta.

nuestras decisiones más simples (¿esta letra es una O o una X?) requieren un tiempo considerable, que ronda entre un tercio de segundo a medio segundo.

¿cómo llega un conjunto de células a hacer cálculos?

Así, la velocidad (o, antes bien, la lentitud) de nuestras operaciones mentales y de nuestros aprendizajes está en relación directa con la velocidad de propagación de los impulsos eléctricos y de las transiciones de las moléculas receptoras en nuestro cerebro

“Si nuestro cerebro fuese simple, tanto que pudiésemos entenderlo, seríamos tan simples que no podríamos hacerlo”.

Estas leyes físicas internalizadas quedan de manifiesto especialmente en la percepción y la acción. Nuestro aparato sensomotor demuestra saber de cinemática cuando anticipa las trayectorias de los objetos. Pero esas leyes siguen aplicándose en ausencia de cualquier acción o percepción cuando tan sólo imaginamos un objeto en movimiento o una trayectoria en un mapa.

Esto prueba que el concepto de número precede a la palabra para designarlo. Otro tanto sucede con la geometría: todos los conceptos básicos –punto, recta, paralelismo, distancia, punto medio, etc.– están presentes, en forma protomatemática, antes de que dispongamos de las palabras para ellos.

Podremos percibir claramente una diferencia entre 16 y 18, pero no entre 64 y 66. Es en verdad más difícil notar 5 entre 100 que 5 entre 10.

Los perfiles de respuesta se ajustaban estrictamente a la teoría: cada neurona se encendía y llegaba al máximo para una numerosidad dada, su tasa de descarga disminuía con la distancia numérica y exhibía una curva de respuesta gaussiana casi perfecta cuando los datos se formalizaban en una escala logarítmica.

¿Por qué nuestras decisiones son tan variables y por qué presentan tantos errores, aunque que el estímulo simbólico no varíe?