Lucas Buch

  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    inicios de 2012, cuando el desarrollo de la enfermedad comenzaba a manifestarse en lo delgada que estaba y en fuertes dolores en la espalda, a veces no podía ni siquiera coger a su hijo. Un día se desahogaba por teléfono con una amiga: «Quiero una vida normal. Es mi ídolo. Vito me ha dicho que debo soltarlo, pero me cuesta.
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    Finalmente, el 4 de abril, el médico comunica a Enrico el estado de su esposa: las lesiones son fruto de una metástasis; Chiara es una enferma terminal. Vuelve junto a ella y la lleva a la capilla. No le dice nada; su silencio es más elocuente que todas las palabras del mundo. Se abrazan y se repiten las promesas matrimoniales. «Solo no me digas cuánto me queda —le pide Chiara—, porque quiero vivir el presente» (120).
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    Chiara ha ido para pedir a la Virgen, para todos los que la acompañan, «la gracia de vivir la gracia» (130).
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    Por su parte, se limita a poner por obra un truco que aprendió en Asís del padre Vito, el de las 3 P: Pequeños Pasos Posibles.
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    Por lo poco que he comprendido en estos años, puedo decirte solamente que el Amor es el centro de nuestra vida, porque nacemos por un acto de amor, vivimos para amar y para ser amados, y morimos para conocer el amor verdadero de Dios.
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    La sentencia es pronunciada a la una menos cuarto: muerte.
    Enseguida son conducidos a la cárcel de Stadelheim. Sus padres, que han llegado de Ulm durante el juicio, logran —parece que gracias a la intercesión de aquel que había interrogado a Sophie— entrar a saludarles. Cuando se retira Hans, entra su hermana. «Sonreía continuamente, como si mirara al sol. Aceptó de buen grado y alegremente los dulces que Hans había rechazado. “Oh, sí, los tomo con gusto; todavía no he comido”»[13]. Su madre, entre lágrimas, le dice: «Sophie, ya no te volveré a ver entrar por la puerta de casa…». Ella le contesta: «¡Qué importan esos poquitos años, madre! ¡Nos encontraremos en la eternidad!».
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    El mismo 18 de febrero, Goebbels se presentaba en Berlín ante una multitud de adeptos. Se trataba de una filmación que había de servir para que el pueblo alemán renovara su adhesión a Hitler. El ministro de propaganda resumía su intervención en unos gritos contundentes: «Guerra total: la guerra más breve. ¡Führer, ordena! ¡Te seguimos!»[15]. Pocos días después, en la Universidad de Múnich, las autoridades convocaron una “manifestación de lealtad” —lealtad al régimen— que fue secundada por muchos estudiantes. Según relata un testigo de los acontecimientos: «Cientos de estudiantes acogieron con alaridos de júbilo y pataleando en señal de aplauso al denunciante y bedel de la universidad [que había entregado a los hermanos Scholl a la Gestapo], aplauso que este recibió en pie y con los brazos abiertos»[16].
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    Nietzsche echaba en cara a los cristianos de su tiempo su aire de funeral, y escribía: «Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo aprendiese a creer en su redentor: ¡más redimidos tendrían que parecerme los discípu­los de ese redentor!»[1].
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    el ser humano aparece en la creación como uno de los seres más necesitados y dependientes. Ningún otro animal requiere los cuidados de la madre por tanto tiempo después nacer. Ningún otro animal necesita de modo tan radical la cercanía de otros semejantes
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    María de Villota reconocía que «veía más», llevaba una existencia más plena. Se dejaba amar y dedicaba su vida a repartir amor. Y eso era mucho más que los éxitos deportivos del pasado: «Estoy convencida de que la pérdida de mi ojo ha sido por alguna razón. Pienso que ha sido porque me esperaba otra cosa en la vida además de los coches. Algo más importante»[8]. Lo repitió en innumerables entrevistas
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