Nada muy bueno ni nada muy malo dura nunca demasiado.
Me despierto hacia las cinco y media de la mañana. Los tres estamos tumbados encima de la cama donde nos quedamos dormidos. (...) Huelo el cálido dióxido de carbono del sueño y a sitio cerrado. Estas criaturas de aquí, que están en esta habitación conmigo, son las criaturas que quiero y que me quieren. Juntos nos sentimos como si fuéramos un jardín extraño y prohibido. Me siento tan feliz que podría morir. Si pudiera, haría que este momento durase toda la vida. Me vuelvo a dormir.
Douglas Coupland. Generación X,