El cuerpo es ahora luminoso y se puede reflejar la luz, los colores y los otros cuerpos. El cuello es plano y el perfume ha quedado fuera de él. La boca es dura y la nariz solo líneas. Los ojos ven el cuarto: la cama deshecha, las flores, el libro y el reloj sobre una mesa, una lámpara apagada en otra, los tapetes, las cortinas que se mueven. La luz casi no alcanza ya a herir la imagen del cuerpo en el espejo