Aquel cuyo ego es destruido se percata de que su verdadera naturaleza es vasta e ilimitada y de que no hay necesidad de preocuparse por perder la sensación de ser. Se extingue entonces el deseo de prolongar y perpetuar la propia vida, comprendiéndose que la paz que uno ha buscado todo el tiempo, la satisfacción que deseaba y la realización que anhelaba siempre han residido en uno mismo y en nadie más.