Y entonces, así, sin más, mi corazón se rompió. Se me desencajó el gesto, me abandonó la compostura y lo abracé con todas mis fuerzas, sin que me importara ya que sintiera el temblor de mi cuerpo sollozante porque la pena me había anegado. Me abrumaba y me desgarraba el corazón y el estómago y la cabeza y tiraba de mí hacia abajo, y no lo soporté. De verdad, pensé que no sería capaz de soportarlo