Psicólogo o no psicólogo? Cuándo y a quién consultar

No obstante, el lugar destinado al padre es fundamental para cualquier niño, porque el padre real tiene una «función» que cumple más o menos bien, que es la de separar al niño de su madre, evitar que este tenga con ella una relación llamada fusionada o simbiótica.

Si el adolescente o el niño está bajo terapia, el problema no varía mucho. Al seguir la regla de decirle al terapeuta «todo lo que pasa por la cabeza», este se convierte en un nuevo personaje de la familia: el terapeuta es tomado como testigo por el paciente y le hace sentirse más fuerte. Además, más allá de este aspecto superficial, las modificaciones introducidas por el proceso psicoterapéutico provocan un cambio (aparente) de personalidad en el interesado: el equilibrio familiar va a verse alterado y los padres pueden tener la tentación de hacer desaparecer el efecto perturbador interrumpiendo la psicoterapia.

No se trata, pues, de curar a los padres, aunque muchos adolescentes a los que se les dice que los padres también se visitarán no pierden la ocasión de proponerlo bromeando. Todavía menos se trata de rendir cuentas a los padres sobre la psicoterapia que sigue su hijo con otro terapeuta. Esta práctica está orientada a conocer, con las palabras de los padres, la incidencia de la psicoterapia en la vida familiar, para medir así la eficacia del tratamiento y prevenir las posibles repercusiones.

¿A qué se refiere el término orientación? Consiste en una práctica muy particular: hacer un seguimiento a los padres, pero no en lo que les concierne a ellos sino en la relación que mantienen con su hijo o su adolescente, que puede estar o no siguiendo una psicoterapia.

La actitud de la madre de Tomás conlleva lo que los terapeutas familiares llaman una parentificación: el niño cuya aprobación se solicita constantemente se encuentra colocado en un rol de padre.

Este nuevo miembro es tanto más importante porque es invisible, imperceptible y mudo.

Nunca me cansaré de repetirlo: las dificultades de la psicoterapia infantil tienen que ver menos con la propia psicología del niño que con el hecho de que es dependiente de su entorno familiar. El tratamiento individual del niño, si es necesario, implica (como el sistema escolar) una separación de la familia. Esta separación es moral: el niño debe sentirse con derecho a hablar con el especialista sin que este rinda cuentas a sus padres.

Por eso, cuando puedo, explico a los padres esta prueba a la que los hijos los someten y les pido simplemente que le digan: «Puedes hablar de nosotros y de lo que sucede en casa». Esto suele aliviar al niño, porque después deja de hablar de abandonar la terapia.

menudo, por ejemplo, el niño o el adolescente se siente culpable de agredir a unos padres demasiado amables y, aunque esté mal, prefiere provocarlos en búsqueda de un castigo que espera de ellos.

De hecho, la diferencia entre psicoterapia y psicoanálisis es válida sobre todo en los adultos. El psicoanálisis está orientado ante todo a la comprensión por parte del paciente de sus propios trastornos. Para ello, acepta recostarse dos o tres veces por semana en el diván de un psicoanalista a quien remunera sin ayuda externa (Seguridad Social, por ejemplo) por su escucha y sus interpretaciones. Esta alianza, única en el mundo, desprendida al máximo de cualquier influencia extraña, representa la fuerza del tratamiento.